La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria crónica del sistema nervioso central que causa la desmielinización de las células nerviosas y la formación de placas de tejido de cicatrización (esclerosis). Estas placas se pueden apreciar en el cerebro, la médula y el tronco cerebral.
La mielina es una sustancia grasa que rodea y protege las fibras nerviosas, que ayuda a conducir el impulso nervioso. Cuando se pierde la mielina, el impulso nervioso disminuye o desaparece.
Estas lesiones son progresivas, pero no existen dos enfermos iguales y en cada uno de ellos la enfermedad va a evolucionar de forma imprevisible e individual. Así, en algunos enfermos puede ser relativamente leve y en otros resulta incapacitante o devastadora. Algunas personas que tienen esclerosis múltiple pueden verse afectadas de forma ligera, mientras que otras pueden perder la capacidad de escribir, hablar o caminar cuando la comunicación entre el encéfalo y las demás partes del cuerpo se interrumpe.
En el mundo existen aproximadamente 2,5 millones de enfermos y en España se aprecia una prevalencia de 50-60 casos por 100.000 habitantes, lo que da una idea de la importancia de esta patología. Por otra parte, es una enfermedad que afecta a adultos jóvenes entre los 20 y los 40 años de edad, con cierta predilección por las mujeres. Se da con más frecuencia en países templados y fríos, siendo rara en los países tropicales. No se trata de una enfermedad contagiosa ni hereditaria y evoluciona a lo largo de los años, y aunque la causa de esta enfermedad es desconocida, se baraja la hipótesis de que se relacione con virus, trastornos inmunológicos, factores ambientales y factores genéticos.
El curso de la enfermedad varía mucho de unos enfermos a otros y, así, puede presentarse en brotes, con remisión parcial o completa (forma recidivante-remitente), o de forma progresiva. Las formas en brotes evolucionan hacia formas secundariamente progresivas. Por ello hay enfermos que permanecen prácticamente asintomáticos tras largos años de evolución, mientras que otros tienen brotes frecuentes y deterioro progresivo marcado o, incluso, un curso fulminante que lleva a la muerte.
Los síntomas de la esclerosis múltiple pueden ser leves o graves, de corta o larga duración, y manifiestan las alteraciones de la zona del sistema nervioso afectada. Sin embargo, se pueden incluir los siguientes entre los síntomas iniciales con diferente intensidad en cada individuo:
- Visión doble o borrosa.
- Distorsión del color rojo y verde.
- Dolor en los ojos y pérdida de visión debidos a neuritis óptica, una inflamación del nervio óptico.
- Dificultad para caminar.
- Parestesias, dolor o sensaciones anormales, como entumecimiento, punzadas u hormigueo.
Por otra parte, a medida que avanza la enfermedad, el paciente puede experimentar alguno de los siguientes síntomas:
- Debilidad en los músculos de las extremidades.
- Dificultades de coordinación (pueden producirse problemas para caminar o estar de pie y también es posible una parálisis parcial o total).
- Espasticidad, aumento involuntario del tono de los músculos que produce rigidez y espasmos.
- Fatiga (puede desencadenarse por la actividad física y mejorar con el reposo, pero también puede tratarse de una fatiga constante y persistente).
- Pérdida de sensibilidad.
- Dificultades para hablar.
- Temblores.
- Mareos.
- Pérdida auditiva.
- Disturbios del intestino y de la vejiga.
- Depresión.
- Cambios en la función sexual.
Alrededor de la mitad de los pacientes presentan, además, trastornos cognitivos que suelen ser leves y difíciles de detectar, y que se manifiestan como dificultades en la concentración, la atención y la memoria.