Se pueden detectar en un examen ginecológico de rutina o tras la sospecha por el cuadro clínico, evidenciando un útero agrandado, de contorno irregular y con un aspecto tumoral. Se confirma el diagnóstico mediante una ecografía abdominal o transvaginal. En ocasiones, se debe realizar una biopsia endometrial (biopsia del revestimiento del útero) para descartar un cáncer.