Durante el embarazo, la microbiota de la mujer puede verse alterada, principalmente debido a los cambios hormonales, bioquímicos y físicos, confiriendo a las gestantes más riesgo de desarrollar infecciones vaginales, cervicales, endometriales, del tracto urinario y, también, a nivel intestinal. "Los probióticos sirven para reponer y estabilizar esas carencias o alteraciones de la microbiota, ayudando así a evitar la aparición de complicaciones en el embarazo como la corioamnionitis -infección del líquido amniótico y las membranas que lo contienen-, candidiasis vaginales, cistitis, pero también la diabetes gestacional y preeclampsia", explica la doctora María de la Calle Fernández Miranda, médico adjunto, jefa de Sección de Obsetrticia Médica del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario La Paz.
La alteración de la microbiota, también conocida como disbiosis, en el embarazo se acompaña generalmente de resultados obstétricos adversos. Sin embargo, la administración de probióticos a las gestantes de riesgo, como pueden ser las embarazadas con infecciones genitourinarias u obesas, ayuda a prevenir esta situación. Pero los beneficios de la administración de probióticos van más allá de la embarazada ya que, según la especialista: "de cara al feto, al evitar complicaciones como la diabetes gestacional o la coriomanionitis, se pueden evitar también la macrosomía fetal, la sepsis o prematuridad".
Con un perfil altamente seguro
El perfil de los probióticos es altamente seguro y está avalado por numerosos estudios y, además, hasta el momento no se han descrito efectos adversos en relación con el empleo de estos productos durante el embarazo. "Por eso, en las situaciones que consideramos oportunas, podemos administrarlos tanto desde el inicio del embarazo como hasta justo antes del parto", avanza la Dra. De la Calle.
Y a la hora de analizar cuáles son las situaciones en las que es recomendable pautar el uso de probióticos en las mujeres embarazadas, la especialista del Hospital Universitario La Paz identifica: "tras la toma de antibióticos, en infecciones urinarias o vaginales, tras procedimientos que produzcan sangrado vaginal y alteración de la flora de la vagina, como puede ser una biopsia corial o cerclaje cervical, en amenazas de aborto o presencia de hematomas retrocoriales o retroamnióticos sangrantes. Pero también se están utilizando en gestantes con antecedentes en gestaciones previas de rotura prematura de membrana, corioamnionitis o prolapso de la bolsa amniótica".
En paralelo, la doctora reconoce que el lactobacillus gasseri es una de las cepas más frecuentes en la flora vaginal, por lo que ayuda de forma natural a restaurar una microbiota vaginal saludable y a recuperar la función barrera. Otros ejemplos de cepas que pueden mejorar la estabilidad de la microbiota femenina pueden ser el lactobacillus crispatus, lactobacillus acidophilus y las bifidobacterias.
En este sentido, la especialista reconoce que "aunque se necesitan estudios randomizados para tener una sólida evidencia científica de los resultados obstétricos tras la toma de probióticos, cada vez somos más los ginecólogos que pensamos que un buen equilibrio de la flora genitourinaria en el embarazo previene complicaciones obstétricas".