La nueva estación está a punto de comenzar y el verano toca a su fin. El otoño nos trae nuevos retos de salud propiciados por los cambios de temperatura, siendo el contagio de la gripe uno de los más importantes. Cada año esta enfermedad afecta a millones de personas en todo el mundo, ya que entre un 5% y un 15% de la población se contagia. Sufrir la enfermedad no supone adquirir la inmunidad para los años siguientes, pues los virus que la causan varían constantemente.
La gripe es una enfermedad infecciosa propia de aves y mamíferos y está causada por un tipo específico de virus, que tiene la capacidad de mutar rápidamente por lo que cada año se originan cepas nuevas que pueden afectar nuevamente a la población. Por ello, es necesario identificar el tipo de virus activo en cada temporada para poder sintetizar la vacuna específica para ese tipo concreto.
Aunque no hay obligatoriedad en relación a la vacuna de la gripe, la vacunación es altamente recomendable en todos los grupos de riesgo, que incluyen a aquellas personas que pueden sufrir graves complicaciones por esta enfermedad debido a sus condiciones de salud previas: ancianos, mujeres embarazadas, menores de 2 años y mayores de 6 meses, personas con enfermedades crónicas cardiacas, hepáticas, renales, pulmonares, sanguíneas o metabólicas, personas inmunodeprimidas, y algunos profesionales que por las características de su trabajo se ven expuestos al contagio (profesionales de la salud, trabajadores de guarderías y de centros de educación infantil, policías, bomberos o trabajadores de los transportes públicos).
Evitar el contagio
Tanto para los que se vacunan frente a la gripe como los que no lo hacen el comienzo del otoño es el momento de adoptar una serie de sencillas medidas encaminadas a reducir las posibilidades de contagio. La primera de ellas, compete a las autoridades sanitarias y se refiere a la educación de la población acerca de esta enfermedad, ya que fácilmente puede confundirse con un simple catarro. La gripe es una enfermedad que siempre cursa con fiebre alta, dolores musculares intensos, dolor de cabeza, decaimiento, cansancio, pérdida de apetito, síntomas respiratorios con tos y mocos, y en algunos casos, diarrea.
Hay que tener en cuenta que el virus se transmite fundamentalmente por el aire, aunque también por el contacto directo, especialmente de las manos. De ahí que aprender a reconocer la enfermedad no sólo es útil para atender adecuadamente al enfermo, sino también para tratar de evitar el contagio dentro del propio hogar. En este sentido, cabe adoptar una serie de pautas higiénicas de carácter preventivo:
- Ventilar diariamente las casas, pues el aire limpio y fresco impide la libre circulación del virus.
- Limpiar todas las superficies del hogar es fundamental para impedir que los virus se depositen.
- Lavarse las manos frecuentemente durante el día y, desde luego, antes de comer constituye una excelente medida contra los virus.