La demencia tipo Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que cursa con deterioro cognitivo y trastornos en la conducta, incapacitando de manera considerable a la persona que lo padece además de afectar al entorno más cercano del individuo: la familia.
En la mayoría de los casos, algunos miembros de la familia adoptan el papel de ‘cuidador' y se ven atrapados por la enfermedad. Tal y como asegura Fátima Rufo, psicóloga responsable del Servicio de Psicología de los Centros para Mayores Puente Real, "cuando en una familia uno de sus miembros enferma, el resto la padece en mayor o menor medida. La vida de todos, incluso de los menos cercanos, cambia".
El cuidador ha de estar pendiente del enfermo las 24 horas del día y durante 365 días al año, lo que supone una dependencia absoluta por la carga y sufrimiento emocional al no saber cómo reaccionar ante ciertas situaciones, provocando un anticipo de duelo hacia la pérdida. Esta situación, debido a la falta de recursos y que incluye la hospitalización, visitas médicas, residencias o fármacos y que en un porcentaje elevado son asumidos por la familia, lleva al cuidador a abandonar su vida laboral. A nivel social se produce un aislamiento y se le dedica menos tiempo al resto de los miembros de la familia y/o amistades.
Es fácil que el cuidador caiga en la idea errónea de pensar que puede cuidar al enfermo porque lo conoce, dando por hecho que el cuidado también va a ser mejor que el que se facilita en los centros geriátricos o especializados. Debido a ello, desde Puente Real, insisten a las familias sobre la importancia de informarse, formarse, dejarse ayudar y saber delegar los cuidados cuando es necesario por el bienestar de la persona enferma y de ellos mismos.
En los centros Puente Real, un 38% de los residentes que pernoctan sufren de Alzheimer, cifra que aumentaría si se sumaran otras demencias. Como recursos, cuentan con programas de estimulación cognitiva y de rehabilitación neuropsicológica a través de las nuevas tecnologías para mantenimiento de sus funciones y que el deterioro avance lo menos posible, programas de reminiscencia y de orientación a la realidad.
Al igual que los programas de la fisioterapeuta que utiliza las tecnologías y la rehabilitación para el mantenimiento físico y evitar las atrofias musculares, la terapeuta desarrolla programas de motricidad fina para las manos y tratamiento de las actividades de la vida diaria.
Asimismo, también se realizan programas de formación para familiares y cuidadores para que conozcan en detalle la enfermedad y así puedan dar los cuidados que requieren. Además de un tratamiento individualizado por parte de todo el equipo a la persona y si es necesario a la familia. El objetivo es facilitar pautas para evitar situaciones de riesgo como caídas, confusiones en la medicación, o cambios en el estado de ánimo.