Los resultados negativos arrojados recientemente por el Informe PISA, han dado pie a numerosos comentarios y explicaciones en los medios de comunicación de la valoración obtenida por los alumnos. Déficit de atención, TDAH, fracaso escolar, son algunos de los motivos a los que se le achaca el creciente fracaso escolar, que se está empezando a detectar en edades tan tempranas como en educación primaria.
Existen muchos motivos por los cuales los niños pueden fracasar en el colegio, si bien la falta de capacidad intelectual es excepcional, las limitaciones sensoriales mantienen la misma proporción dentro de las aulas en toda Europa y no justifican esas tendencias. De otros problemas a los que se ha dado gran protagonismo en los últimos años, como el trastorno por
déficit de atención con o sin hiperactividad, trastornos específicos del aprendizaje y dificultades en habilidades básicas, puede decirse lo mismo.
Los pediatras investigan sistemáticamente desde edad temprana la posible existencia de problemas del menor para reconocerlas precozmente, evaluarlas y abordarlas de forma adecuada. Este es un objetivo fundamental en el trabajo asistencial y de atención médica integral del Pediatra de Atención Primaria.
Todo ello no puede desligarse de otro tipo de problemas, como su relación con el incremento de las patologías psicosomáticas en la edad pediátrica, las manifestaciones de violencia dentro y fuera de los recintos escolares y el consumo cada vez más precoz de sustancias tóxicas.
En opinión de Venancio Martínez, presidente de la SEPEAP, el fracaso escolar equivale cada vez más a fracaso del sistema educativo, expresado como problema de adaptación de más niños a las exigencias de los programas. Los niños adquieren sus habilidades y desarrollan sus capacidades de manera ordenada y progresiva. Los profesores saben y esperan que no todos los niños aprenden al mismo ritmo y son conscientes de que el rango de normalidad es amplio. Por ello los pediatras sugerimos:
- Consensuar un modelo de sistema educativo estable, alejado del debate electoral, no sometido a los vaivenes políticos y a intereses coyunturales.
- La educación escolar individualizada es inalcanzable pero debemos ambicionar aproximarnos a ella; el sistema óptimo será el que asegure el éxito escolar de todos los alumnos. Los programas deben estar diseñados –en sus contenidos, en sus métodos y en sus exigencias- para la mayoría; pero en su aspiración de calidad deben de dar mayor importancia a los alumnos que se salen de la misma tanto por arriba como por abajo.
- Los profesores y los centros debieran tener un mayor reconocimiento de su labor y recibir un respaldo decidido por parte de la sociedad, de las administraciones y las familias para ejercer sus funciones con autoridad.
- La necesidad de poner límites en la educación recibida en las primeras etapas de la vida, primar el esfuerzo, la organización, la constancia y el amor por las cosas bien hechas.
- Se necesita una revolución pacífica para frenar el fracaso en la enseñanza obligatoria.
El problema surge entre la necesidad de establecer y exigir unos niveles de conocimiento dentro de un programa, y las dificultades por parte del alumno para conseguir superar estos objetivos.
Si la oferta de enseñanza fracasa puede pensarse en dos posibles causas: o bien el resultado se ajusta a la idea preestablecida pero se valora desde parámetros equivocados (discordancia de los indicadores), o bien se malogran los objetivos finales siendo estos evaluados de forma correcta (fracaso verdadero). Falla la medida, falla el resultado; o fallan ambos, que es una tercera alternativa y la peor de todas.