Los pediatras diagnostican cada vez más diabetes tipo dos, de adultos, en menores

En España existen actualmente 29.000 menores de 15 años con diabetes tipo I
La diabetes tipo dos, relacionada con obesidad y malos hábitos alimenticios crece en edad pediátrica

Hoy, 14 de noviembre, se celebra el Día Mundial de la Diabetes. Desde la SEPEAP, Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria de Atención Primaria, queremos responder las dudas que les puedan surgir a los padres y aquellos que desconocen la enfermedad y cómo afrontarla.

¿Qué es la diabetes?

La diabetes es un aumento de la glucosa en la sangre por falta de actividad de la insulina, una hormona que se produce en el páncreas.

¿Cómo se diagnostica?

Se suele manifestar por un aumento llamativo del consumo de líquidos (que se llama polidipsia), de la ingesta de alimentos (llamada polifagia) y del volumen de orina (poliuria), acompañados de adelgazamiento. Estos son los signos cardinales de la diabetes, los que nos permiten sospechar la enfermedad. La confirmación es tan sencilla como la realización de un análisis rápido de una gota de sangre y una tira reactiva de orina, que se pueden hacer en el propio centro de salud, aunque algunos casos pueden exigir para el diagnóstico la realización de otras pruebas. En los niños, especialmente en los más pequeños, las manifestaciones pueden ser más difíciles de identificar.

¿Es una enfermedad frecuente en la edad pediátrica?

Es frecuente, y cada vez más. En España existen 29.000 niños con diabetes tipo 1, 1.100 nuevos casos cada año y esta cifra parece aumentar en los últimos estudios.

La enfermedad, ¿es igual en todos los niños o pacientes?

Existen dos formas principales de diabetes. La tipo uno se origina por una destrucción por el sistema inmunológico de las células del páncreas que producen insulina; en estos casos existe diabetes porque existe un déficit de insulina. En la diabetes tipo dos, en cambio, el páncreas produce insulina, pero esta no actúa de manera adecuada en los tejidos; los diabéticos de este tipo tienen una resistencia o pérdida de sensibilidad a la insulina que producen. Hasta hace poco la diabetes en los niños y adolescentes era sinónimo de diabetes tipo uno, mientras que la diabetes tipo dos era una enfermedad de la mediana edad o de los mayores. Pero en los últimos años se ha producido un gran incremento de la enfermedad en los niños, especialmente importante en las formas de diabetes relacionadas con la obesidad y los hábitos de vida, la tipo dos o del adulto, que cada vez es más frecuente en la edad pediátrica.

¿Se puede evitar el que un niño tenga diabetes?

La diabetes tipo uno difícilmente se puede prevenir. La relacionada con la obesidad y los estilos de vida, la tipo dos, sin duda. Los cambios en los hábitos diarios de los niños, fundamentalmente los relacionados con el importantísimo incremento de la obesidad, son los principales responsables de la epidemia de diabetes tipo dos en niños y adultos. Por tanto, educar desde la infancia en una dieta saludable y fomentar la actividad física es estrategia preventiva prioritaria para los sistemas de salud. No podemos olvidar que cuantos más gordos seamos, más diabéticos habrá. Y que casi todos los gordos empiezan a serlo en los primeros años de vida.

¿Y una vez diagnosticada la diabetes?

Debemos aspirar a que el niño haga una vida normal, aunque para ello tenga que recibir insulina.

¿Cómo se hace esto?

Proporcionando al enfermo y su familia conocimiento, fomentando la adquisición de habilidades de autocontrol y logrando una actitud lo más positiva posible por parte del niño. La educación para el autocontrol por parte del niño debe iniciarse en el momento del debut de la enfermedad, con la finalidad de que a lo largo de la adolescencia logre una buena autonomía y viva integrado en su ambiente de amistades, escolar y familiar.

¿Es eso fácil?

En el caso de los niños el conflicto para el pediatra y para la familia está en alcanzar esta responsabilidad dañando lo menos posible el desarrollo normal del pequeño. Madurez acelerada frente a una niñez lo más normal posible, disciplina frente autonomía; ese es el dilema. Porque todo lo que sea asumir de forma precipitada el autocontrol se hará a costa de robarle espontaneidad, y por tanto, infancia. Y por el otro lado se ha visto que la pérdida de control precoz por parte de los padres se relaciona con la peor evolución de la diabetes en la adolescencia. Lo importante es disminuir las limitaciones de la enfermedad y evitar sus complicaciones, pero esto no es fácil ni para el pediatra ni para los padres.

¿Qué puede hacer el pediatra frente a la diabetes?

Conocer la enfermedad, ser sensible hacia la gran crisis familiar que representa el diagnóstico de una diabetes en un hijo y mostrarse cercano en la resolución de los problemas del día a día. El papel del pediatra de atención primaria es fundamental en el diagnóstico precoz, en la educación y control del niño y en el apoyo a la familia.

Pero los niños pasan la mayor parte del día fuera de casa...

Es completamente cierto. Debería proporcionárseles a los profesores una preparación mínima en el cuidado de niños con problemas de salud y reconocerles en su currículo su capacitación e interés. Si no se facilita la integración en el ambiente escolar del niño enfermo, a una persona con un problema se le añade un problema más. A un enfermo se le hace doblemente enfermo. Hablo de los niños diabéticos, pero hablo también de los asmáticos, epilépticos, de los que tiene alguna discapacidad física. O se dota a los colegios de personal sanitario, como hacen cada vez más los centros privados y los públicos extranjeros, o se prepara al personal docente interesado en realizar esta función para que sepa valorar y tomar decisiones sobre algunos problemas de salud. En los países de nuestro entorno las cosas se están haciendo así, y con gran satisfacción por parte de padres y profesores. Esto debe entenderse como un objetivo del sistema educativo a medio plazo.

Se oye hablar de los nuevos tratamientos de la diabetes. ¿Cómo ven los pediatras estas cuestiones?

Se están produciendo grandes avances: las nuevas insulinas, los instrumentos para su administración y para el control de la enfermedad y la terapia mediante trasplante, tanto con islotes de cadáver como con células madre. Todo ello se traduce en mejoría en el control del diabético, prevención de las complicaciones y, sobre todo, calidad de vida. Yo soy optimista, y creo que la curación de la diabetes está a la vista. ¿Será en 10, 15 ó 20 años?, no lo sabemos. Pero los ensayos clínicos en marcha y los tratamientos realizados a grupos seleccionados deben hacer a los padres de los niños diabéticos y a los mismos enfermos vivir su día a día con esperanza.

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