Más de 2 millones de personas en España tienen cálculos renales

En función de su localización, tamaño, dureza y composición existirá un tratamiento más adecuado para cada paciente

Una de las principales causas de las piedras en el riñón o litiasis renal es una mala alimentación. De hecho, el 85-90% de las piedras aparecen asociadas a la dieta y a los hábitos de vida actuales en el mundo occidental. Entre ellos, el consumo de poca agua, que se ve sustituida por otras bebidas que pueden deshidratar el organismo o que contienen demasiado azúcar, favoreciendo la presencia de cálculos renales. Al mismo tiempo, predominan las dietas ricas en proteínas, con baja cantidad de frutas y verduras, lo que, unido a lo anterior genera el caldo de cultivo idóneo para la litogénesis, nombre científico de la formación de los cálculos en la vía urinaria.

En primer lugar, es preciso tener en cuenta que no todos los cálculos renales son del mismo tipo. Los más frecuentes son los de oxalato cálcico, para los que se recomienda disminuir el consumo de verduras de hoja ancha como las acelgas o las espinacas, de frutos secos, de fresas, de chocolate puro, de bebidas relacionadas con cola y de té. Todos estos alimentos favorecen la eliminación de sales de oxalato, por lo que será necesario disminuirlos, pero no eliminarlos. Así, tal y como indican los expertos, la prevención pasa por llevar una dieta baja en grasas saturadas, en sales, azúcares y, sobre todo, en beber mucha agua, preferiblemente baja en sodio si es embotellada o descalcificada en el caso de ser del grifo.

Si bien es cierto que "no existe un alimento milagroso", como afirma la Dra. Gemma Duque, miembro de la Unidad de Litiasis de ROC Clinic, las personas con cálculos renales deben intentar hacer una dieta sana, variada y mediterránea en la medida de lo posible. Además, es necesario que orinen entre 2 y 2,5 litros de orina a lo largo del día. Evitar azúcares, grasas saturadas y alimentos ricos en sal y reducir la ingesta de carne roja a una vez a la semana también forman parte de la dieta adecuada para prevenir esta patología.

Las piedras llegan mucho antes del cólico nefrítico

Se calcula que el 12% de los hombres y el 6% de las mujeres tendrán un episodio de cálculos renales a lo largo de su vida. La manifestación más frecuente de la presencia de cálculos es el cólico renal, "un dolor que comienza de forma súbita en la región lumbar, se irradia hacia la zona genital o abdominal y puede ir asociado a la presencia de náuseas o vómitos cuando un cálculo o piedra se moviliza, obstruyendo la salida de la orina del riñón. Además, puede aparecer hematuria (sangrado en la orina), a causa también de la movilización de la piedra, rasgando y provocando sangre en la orina y fiebre en los casos de mayor gravedad cuando se produce infección", explica la Dra. Duque.

Como consecuencia de la ausencia de síntomas previos, lo habitual es que los pacientes ya lleguen a urgencias o a consulta con un cólico renal, por lo que se procede a realizar las pruebas pertinentes de diagnóstico, que consisten en analítica de sangre y orina, radiografía, ecografía y, si es necesario, TAC. "De esta manera, suele ser posible detectar si se trata de un paciente con litiasis o no, qué tamaño tiene, dónde está localizada y si necesita una actuación de urgencia", afirma el urólogo Fernando Cabrera.

Una vez diagnosticado el paciente, si la piedra supera los 5 mm y puede generar obstrucción, se procede a personalizar el tratamiento dependiendo del tamaño, su localización, su dureza o la naturaleza de la misma. Así, el Dr. Cabrera explica que, "para cálculos de localización renal hay un amplio abanico de posibilidades, desde la litotricia -ondas de choque para la fragmentación de los cálculos- a la cirugía percutánea que está condicionada fundamentalmente por piedras de gran tamaño, por encima de los 2 o 2,5 cm".

Además, las técnicas quirúrgicas para abordar esta patología han experimentado un significativo desarrollo durante los últimos años gracias al empleo de aparatos miniaturizados que permiten alcanzar el interior del riñón y, bajo visión directa, fragmentar las piedras. Ejemplo de ello es la intervención llevada a cabo recientemente por el equipo del doctor en la que logró salvar el riñón de una paciente de 30 años, en la mencionada clínica. Para ello, se procedió a un abordaje combinado desde el exterior por la uretra y también mediante la realización de unos pequeños orificios en el costado. Además, en la intervención, los urólogos emplearon instrumental miniaturizado. Todo ello permitió disminuir la agresión terapéutica y favorecer una rápida recuperación.

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