Aunque en ocasiones se afirma que existe una relación directa entre la menopausia y la incontinencia urinaria, es decir las pérdidas involuntarias de orina, según recientes estudios esta relación causa-efecto no parece ser tan clara.
Por relación directa se ha de entender que la menopausia sea la causa de la incontinencia en la mujer que la presenta. Más bien hay que decir que la incontinencia urinaria en la mujer que ha llegado a la menopausia se debe a diferentes factores, entre ellos ésta.
Los estrógenos controlan la forma en que madura el cuerpo de la mujer, los periodos menstruales y los cambios corporales que se producen durante el embarazo y la lactancia. También ayudan a mantener en buen estado el revestimiento de la vejiga y la uretra. Durante la menopausia, la cantidad de estrógenos que produce el organismo de la mujer comienza a disminuir. La falta de estrógenos hace que los músculos de control de la vejiga se debiliten y ello sin duda contribuye a la incontinencia. Pero hay otros factores que favorecen la aparición de la incontinencia urinaria, como los embarazos y los correspondientes partos, la obesidad y el estreñimiento.
Lo que sí es cierto es que un número significativo de mujeres que han llegado a la menopausia van a padecer este trastorno, lo que va a suponer una cierta merma de su calidad de vida, por cuanto dificultará la realización de las actividades de la vida diaria, sus relaciones sociales, su actividad sexual, etc., y todo ello le puede ocasionar trastornos emocionales y pérdida de la autoestima.
Ante la incontinencia urinaria la mujer no debe reaccionar como si se tratara de una fatalidad o sentirse avergonzada y tratar de ocultar el problema, sino acudir a su médico, quien le indicará las medidas para paliarlo o solucionarlo, que son muchas.
Su médico le recomendará una serie de medidas generales, como perder peso si presenta sobrepeso u obesidad; una ingesta adecuada de líquidos, evitando tomarlos por la noche; prevenir el estreñimiento mediante una dieta adecuada y la realización de ejercicio físico; y el fortalecimiento del suelo pélvico mediante, por ejemplo, los ejercicios de Kegel. En casos de incontinencia urinaria grave puede ser recomendable buscar el apoyo de un psicólogo para hacer frente a los efectos de la incontinencia sobre el estado de ánimo.
Hay otras medidas más específicas orientadas a corregir la incontinencia según de qué tipo sea ésta: de urgencia, de esfuerzo (el más frecuente en la mujer menopáusica), mixta (habitualmente una mezcla de los dos anteriores), por rebosamiento y funcional (debida a impedimentos físicos o enfermedades que impiden llegar a tiempo al baño cuando se experimenta la necesidad de orinar). Estas medidas son la reeducación miccional: entrenamiento para aprender a retener la orina, micciones programadas (acudir al baño cada cierto tiempo), estrategias para controlar la urgencia miccional, micción coordinada o técnicas para lograr el vaciado completo de la vejiga.
Su médico también puede prescribir un tratamiento farmacológico, como es el caso de los anticolinérgicos y los estrógenos vaginales, estos últimos especialmente indicados en las mujeres menopáusicas, pues evitan la atrofia de la vagina, que contribuye de forma importante a muchos de los síntomas urinarios e incluso a la aparición de incontinencia.
Como último recurso, cuando falla todo lo anterior o la paciente es incapaz o no quiere seguir un tratamiento más conservador, otro posible tratamiento de la incontinencia es la intervención quirúrgica.