La educación comienza desde los primeros días de vida del bebé y es un trabajo que no se concluye hasta que se convierte en adulto. El objetivo de la educación no consiste en acelerar el desarrollo, sino en aprovechar plenamente todo el potencial infantil desde el principio. El recién nacido ha de mantener un contacto activo y constante con un pequeño grupo de personas que le sean familiares, como sus padres, hermanos, cuidadores, en un ambiente que incluya los estímulos suficientes para inducirle a la actividad. En esta edad temprana, el niño aprende exclusivamente a través de sus actividades y educar consiste en animarle a desarrollar aquéllas mediante las cuales pueda aprender algo nuevo y útil. Al bebé, se le debe proporcionar el máximo de oportunidades de adquirir nuevas experiencias. A medida que crece, se va haciendo necesario que aprenda una serie de normas básicas para la convivencia y es el momento en que los padres se plantean el problema de cómo educar a su hijo.
Es necesario dedicar el tiempo suficiente a la educación de los hijos y se debe huir de las actuaciones apresuradas que transmitan al menor nuestros problemas de estrés. Si los padres se sienten desbordados por las actividades diarias, los niños lo notarán y será difícil inculcarles buenas costumbres.
En primer lugar, la educación debe incrementar la autoestima, considerando que el nivel de ésta determina en gran medida las expectativas que tiene una persona de ser feliz en la vida. Pero también debe marcar límites y crear una disciplina en torno al niño que le dé seguridad y confianza siguiendo unos principios básicos:
- Los padres son los educadores y el colegio es un complemento.
- Educar es enseñar a conocer las propias posibilidades, a desear crecer, a aceptar nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, a vivir.
- Educar es enseñar a adaptarse a todas las situaciones buenas o malas.
- Educar es aprender de las malas experiencias.
- Para educar no existen recetas: se aprende de experiencias concretas y, luego, se generaliza.
- Educar es una toma de decisiones constante.
- Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados (ser conscientes de ello nos ayuda a educar más sensatamente).
- Educar no es darle al niño lo que nosotros no hemos recibido en nuestra niñez.
- Se debe educar en el presente con perspectiva de futuro.
- Para educar es esencial el sentido común.
- Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.
- Cuando surge un problema se debe pedir orientación educativa, aunque éste parezca pequeño.
- No existen los superpadres.
- Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
- Educar no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar a cada hijo lo que necesita.
- Educando se cometen errores.
- No hay error que no se pueda enmendar.
- Se puede rectificar sin perder la autoridad.
- Se debe decir al niño lo que nos gusta de su comportamiento y poner un límite a lo que no nos gusta.
- Un niño se entera de todo, lo imita todo.
- El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
- Controlarnos fascinará al niño.
- El niño necesita una libertad controlada.
- Nunca se debe mentir a un niño.
- Siempre se le deben explicar las cosas.
- A veces los niños necesitan un "Por que yo lo digo".
- Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las personas slo aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias de los mismos.
- El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.
- La atención que se le presta al niño es la mejor arma de los padres. Quién sabe cómo y cuándo debe prestar atención a su hijo, sabe cómo educar.
La disciplina es un conjunto de reglas y se requiere combinar el afecto con el control para inculcarla. El manejo de los niños debe ser amable pero con autoridad, ofreciéndoles siempre dirección y conductas apropiadas a imitar. Los niños necesitan adultos que tengan autocontrol y que les inspiren confianza. Es más fácil establecer disciplina cuando la persona responsable de los niños se siente comprometida con ellos y no está disgustada por tenerlos que cuidar. La persona comprometida es capaz de respetar la necesidad de seguridad de los niños. La disciplina es fácil de inculcar cuando los adultos son firmes, observadores y afectuosos. La buena disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se cumplan, sino que implica también que nos gusten los niños y que ellos se sientan aceptados y queridos por nosotros; con ella les proveemos de reglas claras y apropiadas para su protección.
Por otra parte, la disciplina debe ser siempre justa y razonable y los padres no deben ser arbitrarios en ningún momento, pues el pequeño tiene un sentido muy fuerte de la justicia y, si los padres son injustos, perderá la confianza en sus padres.
Algunas reglas básicas
La regla de oro para educar es el acuerdo entre los padres. No se puede educar de dos maneras diferentes y ambos padres deben estar siempre de acuerdo y no mostrar nunca sus diferencias de opinión ante sus hijos.
Como segunda regla de oro se podría señalar la necesidad de no satisfacer todos los deseos del niño. El pequeño debe aprender a sentirse frustrado en ocasiones y a superarlo. Debe comprender que las cosas se "ganan" y que cada objetivo merece un esfuerzo.
También es importante que los padres siempre cumplan lo que dicen. No se debe amenazar con castigos o prometer cosas que no se van a cumplir. El niño que ha perdido la fe en los padres tiene dificultad de volver a creer en cualquier otra cosa.
Enseñarle al niño la dignidad del trabajo y del esfuerzo le capacitará para conseguir sus objetivos en vez de lamentarse por sus pérdidas. Debe saber que una vida útil es más gratificante que una vida fácil en busca de placeres.
No es bueno proteger a los hijos de cualquier contrariedad o decepción. La adversidad forma el carácter y nos hace empáticos.