Son muchas las celebraciones que se concentran durante las Navidades y lo habitual es que celebración vaya de la mano de atracón.
Esta época del año es propicia para relajar los hábitos saludables y dejarse llevar por los excesos, ya que existen en nuestra cultura tradiciones milenarias que relacionan la celebración con la comida y la bebida. Por ello, esta costumbre de sucumbir a los atracones, relacionados con las fiestas de Navidad, se mantiene casi inalterada desde hace siglos.
Las fiestas de Nochebuena y Navidad del 24 y 25 de diciembre pertenecen a la cristianización de la milenaria tradición de celebrar el solsticio de invierno del hemisferio boreal. Pero a esta tradición se ha añadido, posteriormente, la celebración del fin de año y del año nuevo. En dos semanas se somete al cuerpo a verdaderos excesos y se ingieren cantidades sorprendentes de grasas, hidratos de carbono, dulces y bebidas azucaradas o alcohólicas. Después de estos atracones, en España, al contrario del resto de Europa, queda la fiesta infantil de los Reyes Magos, que es un nuevo motivo para seguir comiendo en exceso.
Excesos y consecuencias
El consumo de bebidas alcohólicas suele ser elevado y tiene como consecuencia complicaciones que afectan al hígado, al páncreas y al esófago. El alcohol de dudosa procedencia también es un peligro en sí mismo, ya que puede ser causa de intoxicación con resultado de ceguera y muerte. Por ello, se debe huir de la bebida barata, servida en locales no autorizados, ya que puede haber sido adulterada.
La ingesta excesiva de comida, por otra parte, aumenta el riesgo de acumular en el organismo toxinas, colesterol y ácido úrico. Con ello, aumenta el riesgo de sufrir sobrepeso, obesidad, aterosclerosis, problemas cardiovasculares o diabetes. Las personas previamente enfermas pueden empeorar fatalmente de sus dolencias, lo que deriva en que las urgencias hospitalarias aumentan un 20 % en Navidad a causa de los atracones de comida. Los problemas gástricos, como las úlceras y los cólicos de hígado, son frecuentes y también se producen crisis de empeoramiento en los enfermos con insuficiencia renal, diabetes e hipertensión arterial.
La solución se presenta difícil, pues son costumbres muy arraigadas en la sociedad y es muy difícil modificarlas. Un buen consejo para progresar en esta dirección es compensar estas comilonas con un plan de alimentación ligera para el resto de las comidas mientras duren las fiestas. Pero no se trata de ayunar, ya que en este caso se llegaría a las celebraciones con el estómago vacío y con más hambre de la debida. Los menús alternativos deben contar con hortalizas, verduras y frutas, siendo mejor prescindir del alcohol fuera de las celebraciones puntuales.
