A partir de cierta edad las personas comienzan a experimentar cambios físicos, psicológicos y sociales que son parte del proceso natural de envejecimiento pero que pueden condicionar, a veces de forma muy importante, un acto absolutamente natural y necesario como es comer diariamente.
Los cambios físicos o biológicos debidos tanto a las enfermedades y trastornos de salud sufridos a lo largo de la vida como al propio paso de los años afectan de una u otra forma a la nutrición y/o la alimentación. Asimismo, con el envejecimiento pueden producirse otros cambios de carácter psicológico y social que también influyen enormemente en la forma de alimentarse de las personas mayores. Nos referimos al aislamiento social, y a veces también familiar, y a la depresión.
Mantener una dieta adecuada en situaciones de aislamiento social y/o de depresión es muy difícil. Es sabido lo desagradable que resulta "comer solo", lo mismo que "cocinar para uno solo". A esto se pueden añadir impedimentos físicos para ir "solo a la compra", o para estar "solo en la cocina". A menudo la combinación de uno o varios de estos cambios redunda en dietas desequilibradas, que no cubren los requerimientos energéticos nutricionales. Todo esto supone dificultades para el desarrollo normal de la vida y complica la realización de tareas tan simples y cotidianas como la compra diaria, la comida diaria y la elección de los alimentos.
¿Cuáles son las necesidades de nutrientes?
Al plantearnos de qué forma repercuten los cambios fisiológicos asociados a la edad sobre nuestras necesidades y cómo debemos adaptar nuestra alimentación a este proceso, debemos pensar que no se trata de cambiar la alimentación porque "uno cumple 65 años". En este sentido, hay que ser flexible y sobre todo razonable. Cuando las personas llegan a una determinada edad en magníficas condiciones físicas, psíquicas y sociales, sin que los cambios fisiológicos se manifiesten de forma que alteren la vida normal o la salud, "no es necesario modificar la dieta sobre la aconsejada para un adulto sano de actividad normal", con las precauciones y los cuidados que se desprenden del sentido común, del apetito y de las costumbres.
No obstante, cuando la situación se aparta de la normalidad y aparecen trastornos metabólicos, puede ser de gran ayuda conocer los requerimientos nutricionales que se consideran recomendables para esta población.