Quiere decir que la aparición de cambios en una determinada función, conducta, capacidad, habilidad psicológica o fisiológica (como por ejemplo, la movilidad) no implica que se tengan que producir necesariamente cambios en otras (como por ejemplo, la capacidad cognitiva), demostrándose que los diferentes sistemas del cuerpo de una persona también envejecen a un ritmo distinto.