La gota es una de las causas más frecuentes de artritis en varones a nivel mundial

Dr. Calvo Aranda: "hay que controlar los niveles de ácido úrico en sangre para evitar la gota"

La gota está producida por cristales de ácido úrico que se depositan en las articulaciones
La gota es curable, pero para ello es fundamental la adherencia al tratamiento por parte del paciente

La gota es una de las causas más frecuentes de artritis en varones a nivel mundial y que está producida por cristales de ácido úrico que se depositan en las articulaciones. Esto da lugar a ataques de inflamación aguda muy dolorosos, muchas veces acompañados de enrojecimiento de la piel de la zona afectada. Aunque lo primero en que se piensa cuando se habla de gota es en el dedo gordo del pie hinchado, puede afectar a varias articulaciones al mismo tiempo, lo que resulta muy invalidante. Es cierto que la gota afecta más frecuentemente a la articulación del primer dedo del pie, pero también puede darse en las rodillas, los tobillos, tendones de las manos y de los pies, en los codos… Este mal concepto de la gota hace que muchos pacientes sufran dolor en sus articulaciones durante años porque creen que se deben a esguinces, malos movimientos, etc.

Causas de esta enfermedad

El Dr. Enrique Calvo Aranda, del Servicio de Reumatología de HM Hospitales, explica que para que esos cristales de los que hemos hablado anteriormente se formen, tienen que existir una elevación de los niveles normales de ácido úrico en la sangre. "En muchos pacientes la gota puede ser hereditaria, pero existen varias causas secundarias que la provocan", señala el experto. Los niveles altos de ácido úrico pueden deberse a que el riñón tenga dificultad para eliminarlo, al consumo excesivo de bebidas edulcoradas y alcohol, así como de alimentos como mariscos y vísceras; también algunos medicamentos pueden dar lugar a ataques de gota en personas que nunca habían tenido elevado el ácido úrico, igual que ocurre con ciertos tratamientos contra el cáncer

¿Se puede prevenir la gota?

En muchos casos sí, y la prevención resulta clave para el paciente. Al igual que se vigila periódicamente la tensión arterial, el colesterol y el azúcar, se debe controlar también los niveles de ácido úrico en sangre. 

Si el paciente recibe el diagnóstico de gota es fundamental que el médico le explique en qué consiste la enfermedad, cómo debe afrontar los brotes de inflamación y cómo prevenirlos. Afortunadamente,  se ha avanzado mucho el conocimiento sobre esta dolencia y la gota es curable, pero para ello es fundamental la adherencia al tratamiento por parte del paciente y no abandonar la medicación para conseguir que bajen los niveles de ácido úrico.

Además del tratamiento farmacológico, las personas afectadas por esta enfermedad pueden adoptar una serie de medidas que ayuden a mejorar su calidad de vida. Se aconseja seguir una dieta mediterránea equilibrada, evitando los alimentos ricos en purinas y aumentar la ingesta de cerezas y de lácteos desnatados, que han demostrado ser muy beneficiosos contra la gota. Se recomienda también beber un litro y medio o dos de agua al día y realizar ejercicio físico moderado, ya que debe fomentarse el control del peso corporal.

Una enfermedad que afecta más a los hombres que a las mujeres

Los hombres tienen los niveles de ácido úrico en sangre más elevados que las mujeres. Durante la infancia, niños y niñas tienen estos niveles muy bajos y es muy raro que lleguen a padecer gota. El Dr. Calvo apunta que "cuando se llega a la pubertad, en los chicos el ácido úrico se eleva hasta llegar al nivel que tendrán durante el resto de su vida. Si este nivel es anormalmente elevado, algunos pueden llegar a padecer gota en un futuro. Sin embargo, el ácido úrico en las mujeres se mantiene bajo durante toda su edad reproductiva y aumenta después de la menopausia". Por este motivo es algo excepcional que las mujeres tengan gota antes de la menopausia y también es poco frecuente que la padezcan después. 

Se debe moderar el consumo de los siguientes alimentos

  • Lácteos NO desnatados
  • Carnes grasas (vísceras, charcutería)
  • Pescados azules, marisco, conservas, salazones y ahumados
  • Pastelería y bollería
  • Verduras ricas en purinas (espinacas, espárragos, setas, champiñones, puerros coliflor y rábanos)
  • Frutas en almíbar, confitadas y escarchadas
  • Zumos azucarados, bebidas refrescantes y alcohol
  • Grasas (nata, manteca, tocino, mayonesa y bechamel)

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