El 95% de los españoles no come las cinco piezas diarias de fruta, verdura u hortalizas que recomiendan los médicos. Poco a poco, los hogares españoles están abandonando la Dieta Mediterránea. Comemos peor y, a menudo, adoptamos dietas que pueden comprometer nuestra salud. Este cambio de hábitos alimentarios puede derivar en una inflamación celular -inflamación silenciosa- que está en el origen de muchas enfermedades crónicas, porque altera los mecanismos hormonales del organismo y activa genes.
El consumo excesivo de determinadas grasas saturadas y trans, el desequilibrio entre la ingesta de ácidos grasos omega 6 y omega 3, el elevado consumo de carbohidratos refinados, el bajo consumo de polifenoles antiinflamatorios y el desequilibro de la microbiota intestinal pueden desencadenar esta respuesta inflamatoria, que es silenciosa porque es continua y no produce dolor.
Sin embargo, la inflamación celular está detrás de enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2, problemas vasculares, determinados tipos de cáncer, el síndrome metabólico, alergias, depresión y ansiedad, de algunas enfermedades neurológicas y de todos los procesos acabados en "itis".
Nutrición antiinflamatoria
Según la Doctora en Farmacia Irene Santacruz, dietista y nutricionista de SYNLAB, "una correcta nutrición antiinflamatoria ayuda a prevenir enfermedades, favorece la claridad mental y el rendimiento, mejora el aspecto físico, activa el metabolismo – menos peso, sensación de saciedad y más energía- y tiene un efecto antienvejecimiento".
La nutrición antinflamatoria se basa en el control -en cada comida- de los hidratos de carbono, el tipo de grasas -moderando el consumo de grasas saturadas y evitando las trans- y en conseguir el equilibrio de ácidos grasos omega 3 y omega 6. Además, debe ser muy rica en verduras, hortalizas y frutas de muchos colores -polifenoles-, consumiendo entre 8 y 10 raciones de 100 gramos al día. Se completa con la ingesta de mucha fibra prebiótica dietética, legumbres, frutos secos y con el control de la grasa abdominal.
"Los mediadores que controlan la inflamación en el sistema inmune, conocidos como eicosanoides, provienen bioquímicamente de las grasas de la dieta: los ácidos grasos esenciales", señala la doctora. "Hay que eliminar -añade- las grasas trans de la dieta, controlar el consumo de carne, utilizar aceite de oliva virgen extra, consumir aceitunas, aguacates y frutos secos, y pescado y otros productos del mar, evitando aquellos que ofrecen mayor presencia de contaminantes como pez espada, tiburón, atún rojo y el lucio. En cuanto a la leche, lo mejor es consumir derivados fermentados como los yogures, kéfir, el queso, etc.".
Saber qué grasas comemos
La ingesta de grasas se relaciona casi siempre con el sobrepeso pero, en realidad, su consumo es esencial para la salud. Además de ser una fuente de energía, las grasas tienen un papel fundamental en la composición y funcionalidad de las membranas celulares, participan en la formación de hormonas y vitaminas esenciales de nuestro organismo y desempeñan un papel fundamental en la regulación de las concentraciones de los lípidos sanguíneos y de sus moléculas de transporte, las lipoproteínas.
Las principales fuentes de grasa en la dieta humana son los aceites vegetales y grasas animales, aunque también se hallan presentes en frutos secos, cereales y legumbres.
Grasas malas
Diversos estudios científicos indican que los ácidos grasos trans procedentes de los aceites vegetales parcialmente hidrogenados incrementan los factores de riesgo y los accidentes cardiovasculares. Asimismo, el consumo de estas grasas se ha asociado a un aumento del riesgo de muerte por enfermedad coronaria y muerte súbita cardiaca además de un mayor riesgo de que aparezcan componentes del síndrome metabólico o diabetes. Este tipo de grasas los podemos encontrar principalmente en alimentos horneados como galletas, bollería industrial, snacks, alimentos precocinados, productos fritos como patatas fritas u otros aperitivos, junto con helados, cremas y batidos.
En la actualidad no todos los tipos de grasas nocivas aparecen reflejados en las etiquetas de los productos que consumimos, por lo que quizá involuntariamente estamos ingiriendo grasas poco saludables sin ser plenamente conscientes.