Según los dermatólogos, la estación fría, a veces acompañada de humedad ambiental, influye de forma negativa sobre la piel y, si se tiene en cuenta que en este periodo del año suele haber viento y se utilizan las calefacciones, la situación empeora mucho.
Todas estas circunstancias ambientales provocan la deshidratación intensa de la piel con la pérdida de su función barrera, indispensable para su buen funcionamiento.
Son las zonas de mayor exposición, como la cara y las manos, las que en mayor medida sufren los rigores climáticos, por lo que se deberían proteger durante toda la estación de forma adecuada. El uso de guantes y la hidratación con una buena crema salvarán nuestras manos y los cuidados faciales minimizarán los efectos del clima sobre el rostro.
Cuando la piel, ya de por sí alterada, del paciente con dermatitis atópica se ve sometida al estrés invernal, sus funciones empeoran hasta en el 30% de los casos. Es en este momento cuando se debería intentar cuidarla con mayor esmero, procurándole una hidratación intensa. También es fundamental evitar en lo posible los cambios bruscos de temperatura, seguir los consejos que el dermatólogo indique y cumplir la medicación prescrita.