El autismo, cuyo Día Mundial se celebra el 2 de abril, es un trastorno neurológico que no tiene curación pero, actualmente, diagnosticado y tratado por profesionales en atención infantil temprana, alcanza mejores pronósticos en un amplio porcentaje de niños afectados.
Raquel Carrillo de Albornoz, psicóloga del CAIT San Rafael de Granada, perteneciente a la Orden de San Juan de Dios, insiste en la importancia de la detección precoz. De ahí la necesidad de estar atentos y detectar señales que pueden alertar a los familiares y personas que conviven con el niño en diferentes contextos, para que este acuda a un centro especializado.
Una de estas señales –de las más frecuentes- es la ausencia del señalado. Entre los 9 y los 16 meses, los bebés utilizan su dedo índice para señalar con el objetivo de indicar que aquello que le causa sorpresa o le llama la atención, como señalar a un perro durante un paseo en la calle; o para solicitar algo que desean, cuando señalan el agua porque tienen sed y necesitan que se les dé de beber. Los niños con autismo no desarrollan el señalado o lo hacen muy tardíamente, por lo que las personas que están en contacto con el niño deben tomarlo como un indicador de alarma de un trastorno en el desarrollo.
La llamada sordera paradójica puede ser otro indicio que debe hacer sospechar a los padres. Los niños que no responden orientándose hacia la persona ni verbalmente cuando se les llama por su nombre pero que, sin embargo, al escuchar la sintonía de los dibujos animados que le gustan sí reaccionan, prestan atención, etc. podrían presentar la sordera paradójica, es decir, no tienen ningún problema auditivo, pero sí que puede ser una señal de este trastorno.
Notar un parón en el desarrollo del niño en torno a los 15-18 meses debe alertar también a la familia. Cuando el niño, al alcanzar el primer año, dice palabras como ‘mamá', ‘papá', o ya sonríe, o fija la mirada en objetivos concretos, etc., y de repente en ese tramo de edad deja de hacerlo, puede ser sintomático del autismo. Esa desconexión con el mundo que le rodea no debe ser interpretada por los adultos del entorno como falta de interés del niño, sino como un signo de alerta a consultar con los especialistas en atención temprana.
La psicóloga de San Rafael explica que "ninguno de estos signos por sí mismos, presentados en solitario, son indicadores de la presencia del trastorno, pero sí deben alertar a las familias de que algo podría estar pasando en el desarrollo de sus hijos o hijas y acudir a su pediatra de atención primaria para la derivación del menor al servicio especializado, en caso necesario".
Falsos mitos sobre el TEA
Sin embargo, siguen existiendo creencias falsas o distorsionadas en torno al autismo que, poco a poco, la intervención de estos especialistas – psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales y fisioterapeutas- va desmontando.
Una de estas creencias es que las personas que padecen autismo no son cariñosas. No es cierto. Las personas que padecen este trastorno perciben el mundo de manera distinta y, por tanto, también perciben los estímulos sociales de otra forma, pero esto no impide su expresión del afecto, la alegría, el enfado o la tristeza. Lo explica la psicóloga de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Raquel Carrillo, quien advierte que son las expresiones emocionales asociadas a aspectos más sociales y dependientes de la cognición social, como puede ser la sorpresa, aquellas con las que los niños con autismo tienen mayor dificultad.
Otra de las creencias que se ha ido extendiendo en relación a este trastorno es que las personas con autismo no pueden hablar o comunicarse. "Antiguamente, se pensaba que la mayoría de las personas con autismo nunca podrían utilizar el lenguaje oral. Sin embargo, con la llegada y consolidación de la atención infantil temprana y la detección precoz, se ha ido invirtiendo ese mito. Si diagnosticamos tempranamente a un niño e intervenimos adecuadamente, podremos conseguir en muchos casos el desarrollo de lenguaje oral. Dependiendo del nivel de afectación del menor, dicho lenguaje será más o menor elaborado, pero conseguiremos que sea funcional y permita que ese menor se comunique", explica la psicóloga granadina.
El autismo, cuya aparición se asocia al componente genético, se asocia muchas veces a la prematuridad. Sin embargo, Raquel Carrillo indica que "precisamente no es el trastorno que más vemos en los prematuros que atendemos en los CAIT de la Orden de San Juan de Dios. Sí que es cierto que la prematuridad es un factor de riesgo de padecer algún trastorno en el desarrollo, pero no es el autismo el de mayor incidencia en esta población. Muy por encima de este trastorno estarían el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno Específico del Lenguaje (TEL)."