Hace un par de meses las redes sociales se llenaron de vídeos retransmitiendo en directo el intento de suicidio de una mujer en Cáceres, España. En algunos de esos vídeos, que se viralizaron por aplicaciones de mensajería instantánea, se escuchaba incluso cómo determinadas personas jaleaban a la mujer y la animaban a lanzarse. Es sólo un ejemplo de una tendencia preocupante que frivoliza el sufrimiento ajeno y que, a través de la cada vez mayor necesidad de grabar y compartir en redes sociales lo que sucede en nuestras vidas, deriva en un auge del conocido como "efecto espectador".
Explica Ana Carolina Martínez Cabezón, psicóloga y coordinadora del Centro de Rehabilitación Psicosocial Benito Menni de Hermanas Hospitalarias, que el "efecto espectador" es un fenómeno psicológico que diluye la responsabilidad ante una situación de gravedad cuando ésta se da en un determinado contexto, con cierta ambigüedad y en presencia de más personas. "Por diferentes cuestiones, ya sea en una ciudad o en un contexto rural, la ambigüedad de la propia situación, o la respuesta de otras personas, entre otros, la probabilidad de que una persona reciba ayuda en el momento de necesitarla es inversamente proporcional al número de personas presentes", asegura la experta, que señala que este efecto de la difusión de la responsabilidad provoca que "sólo alrededor de un 10% de los "espectadores" pasen a ser actores y traten de ayudar".
No sólo eso, con la generalización de las redes sociales y la necesidad de contar en ellas lo que nos sucede con la mayor inmediatez posible, cada vez es más habitual que determinadas personas e, incluso, algunos programas de televisión, retransmitan en directo o difundan vídeos de personas en el momento más desesperado de su vida. "Al darse algunos de estos casos en la vía pública, un número elevado de personas no solo no actúa, sino que además los graban y, ante el estupor de otros, animan y jalean al suicida a consumar su acto, como si se tratara de un capítulo de Black Mirror", reflexiona Martínez Cabezón.
Este tipo de actos, que llevan el "efecto espectador" a sus últimas consecuencias, contribuyen también según los expertos a la "espectacularización y banalización" del suicidio. Ana Carolina Martínez Cabezón señala en ese sentido un ejemplo paradigmático, la obra La silla eléctrica de Andy Warhol. En ella, el artista plasmaba sobre un gran lienzo y con su particular estilo pop una silla eléctrica. Con esta obra Warhol quería mostrar cómo algo inicialmente perturbador para el observador dejaba de serlo cuando se convertía en un objeto de consumo, se espectacularizaba y se volvía "viral".
"Hoy en día el consumo de imágenes y videos se ha incrementado de manera exponencial sin que tengamos un control sobre su contenido. A ello hay que unir un cambio en el modelo televisivo, con la generalización de los realities. En estos casos, el espectáculo televisivo, así como el retransmitido a través de las redes sociales, se aprovecha del sufrimiento ajeno, provocando su banalización y un distanciamiento de los espectadores de ese sufrimiento, tal y como denunciaba Warhol. El problema de esa banalización es que, cuando ese sufrimiento lo encontramos en nuestra realidad, algunas personas muestran respuestas que no distan de las que tendrían ante un televisor", argumenta.
Recuperar la tendencia innata de ayudar del ser humano
Para la psicóloga, estas situaciones, en las que se ven atacados de forma directa derechos humanos fundamentales como el derecho a la intimidad, "ponen en evidencia las grietas que nuestro modelo actual genera a un nivel ético y social"; algo que en su opinión es "de especial gravedad" cuando la persona que se encuentra en esta situación es una persona con problemas de salud mental o en situación de especial vulnerabilidad. "¿Somos en estos casos menos sensibles a ayudar?, ¿legitimamos la pérdida de derechos fundamentales si la persona padece algún tipo de discapacidad?", se pregunta la experta, que considera que la falta de sensibilidad y empatía ante una situación extrema como es una tentativa suicida y, por el contrario, la tendencia a grabar, reproducir, viralizar y publicar en redes sociales estos actos, "exige un análisis profundo de todos que derive en una serie de medidas a fin de evitar este tipo de situaciones".
En ese sentido, Martínez considera necesario que las instituciones sean las primeras en sensibilizar y denunciar este tipo de actos que suponen una vulneración directa de los derechos fundamentales. El trabajo nos implica a todos como sociedad. "Tiene que empezar por la educación en los centros educativos, pero también ser reforzado con nuestro ejemplo como ciudadanos y con el compromiso de los medios e instituciones implicados. Por ejemplo, es crucial un compromiso de las redes sociales en el control y la retirada de contenidos que puedan ser potencialmente de riesgo o sensibles".
Por último, se señala también la importancia de conocer fenómenos como el del "efecto espectador" para, de darse una situación de emergencia como las citadas, actuar con conocimiento; y de fomentar "una honda educación en el concepto de ciudadanía" para integrar nuestra responsabilidad como individuos dentro de la sociedad analizando las consecuencias de nuestras actuaciones u omisiones. "Es fundamental rescatar nuestra tendencia innata a ayudar", concluye.