La innovación biomédica constituye, junto a la digitalización y la transición ecológica, un motor de la sociedad del futuro

La gran contribución sanitaria, económica y social de los nuevos medicamentos les confiere un carácter estratégico

La cada vez mayor comprensión de los fenómenos bioquímicos y fisiológicos subyacentes a las enfermedades y la identificación de dianas terapéuticas más específicas han dado lugar, en las dos últimas décadas, a un desarrollo sin precedentes de la biotecnología que está haciendo realidad la denominada medicina de precisión o personalizada. Las nuevas terapias génicas y celulares profundizan en estos conceptos, proporcionando ya nuevas soluciones para los pacientes y abriendo la puerta a una revolución biomédica llamada a constituir un nuevo paradigma con enormes beneficios para los pacientes, el tejido investigador, el sistema sanitario y la sociedad general.

Todo ello supone una oportunidad histórica para países que, como España, son referentes en el ámbito sanitario y de la investigación clínica, y que tienen la posibilidad de formar parte del grupo de cabeza de una nueva forma de entender la medicina y el cuidado de la salud que caracterizará en el futuro a las sociedades más avanzadas.

En este contexto, es clave que todos los agentes implicados (administraciones, profesionales sanitarios, industria farmacéutica, pacientes…) sean capaces de llegar a acuerdos para fortalecer el sistema sanitario y la investigación biomédica y garantizar un acceso adecuado y rápido a las innovaciones. Así lo ha puesto de manifiesto esta mañana el presidente de Farmaindustria, Martín Sellés, en la apertura del XIX Encuentro de la Industria Farmacéutica Española, que se celebra hoy y mañana en Santander bajo el título Los avances científicos que están llegando, los que se esperan y cómo incorporarlos al SNS, y cuya conferencia inaugural ha corrido a cargo de la ministra de Industria en funciones, Reyes Maroto.

"Estamos en medio de una revolución", indicó Sellés, que hace que la investigación biomédica "constituya uno de los drivers de la sociedad del futuro junto a la digitalización y la transición ecológica". Y en este contexto España está en posición privilegiada por su estatus de referencia internacional en investigación clínica (la que se hace con pacientes).

"Estamos convencidos de que España está en condiciones de ser uno de los líderes mundiales en investigación clínica, y ello puede suponer un salto adelante en otros ámbitos de la investigación biomédica", aseguró Sellés, que sostiene que ha llegado el momento de convertir la I+D biomédica en una "estrategia de país". Para ello, el primer paso es considerar el medicamento innovador como una inversión, y no como un gasto, en la medida en que genera importantes ahorros sanitarios (entre dos y ocho veces su coste inicial), mejora la eficiencia y tiene beneficios en el ámbito económico (aumento de la productividad y las inversiones en I+D), sin olvidar su principal efecto: la mejora de la salud y la calidad de vida de los pacientes.

El siguiente paso, según el presidente de Farmaindustria, es ganar en eficiencia por la vía de la medición de los resultados en salud y sus costes asociados, para determinar cuál es el valor real que aporta la innovación, algo que afecta a los medicamentos y al resto de tecnologías e intervenciones sanitarias. También dentro de esta mejora de la eficiencia es necesario modernizar la gestión financiera y presupuestaria, "haciéndola más flexible para poder acoger con rapidez la innovación, dándole un tratamiento de inversión como cualquier empresa haría".

El acceso a la innovación, un derecho de los pacientes

"En el caso de la salud, esta incorporación rápida de la innovación no es sólo una decisión de carácter económico sino un derecho de los pacientes y una responsabilidad de todos nosotros como ciudadanos y, especialmente, de todos los agentes que actuamos en el sistema de salud", destacó Sellés. "Pero nada de esto tendría sentido –añadió– si antes no nos planteamos, como sociedad, cuál es la inversión que queremos hacer en el sistema sanitario, sobre todo teniendo en cuenta que en España invertimos en la sanidad pública el 6% del PIB, cuando la media europea está en el 7%, y que en nuestro país en 2010 dedicábamos a sanidad pública el 6,5% del PIB, cinco décimas más que ahora".

Sellés recordó que mientras el número de personas mayores de 65 años ha crecido en lo que llevamos de década un 12%, que el gasto en pensiones es un 34% mayor que en 2010 y que en ese periodo el PIB ha aumentado un 12%, el gasto sanitario sólo se ha incrementado en ese periodo en un 3%, y el gasto farmacéutico público en un 2%, "porcentajes que se antojan muy escasos si además tenemos en cuenta que en ese periodo el número de personas que en España siguen tratamiento farmacológico diario ha aumentado más del 30%; hay ya 25 millones de crónicos".

"¿Estamos dedicando lo suficiente a nuestro sistema sanitario público? –se preguntó-. Muchas voces expertas opinan que no, y que son sus agentes quienes están haciendo un gran esfuerzo para mantener la calidad asistencial. Esas mismas voces creen que a medio plazo deberíamos llegar a dedicar un 7% del PIB a nuestro sistema sanitario público, con lo que España estaría acercándose a los países de nuestro entorno. Parece algo razonable, máxime teniendo en cuenta los múltiples beneficios económicos y sociales que tendría, además de los sanitarios", explicó, y celebró el compromiso manifestado este martes por el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, de aumentar la inversión en sanidad hasta el 7% del PIB de aquí a 2023.

En el último cuarto de siglo las muertes por cáncer se han reducido un 20%; en lo que va de siglo los fallecimientos por patologías cardiovasculares han caído casi un 40%; las terapias biológicas han cambiado el curso de las enfermedades reumáticas y autoinmunes; patologías como el sida han dejado de ser mortales, y otras incurables, como la hepatitis C, tienen ya cura. "Y esto es sólo el principio del gran cambio que estamos viviendo –indicó Sellés–, ya que de la mano de la genómica y de la proteogenómica funcional, e incorporando los avances en la digitalización y el uso del big data, nos hallamos ante un gigantesco paso adelante, con tratamientos específicos para pacientes concretos".

Aunque es cierto que existen diferentes factores involucrados en los grandes avances en la lucha contra la enfermedad, como el diagnóstico precoz, la formación de los médicos o la mayor implicación de los pacientes en el cuidado de su salud, es indudable el protagonismo del medicamento innovador, ya que está detrás de dos tercios de la ganancia de esperanza de vida en la primera década de este siglo.  Por eso, junto a la solidez del sistema sanitario, es esencial poner a disposición de profesionales y pacientes los mejores tratamientos, y garantizar el acceso a los mismos. Pero no hay que olvidar que para la industria este acceso al fármaco no es sólo una cuestión sanitaria, sino que tiene una clara repercusión social que se traduce, además de en calidad de vida, en mayor productividad: cada año de esperanza de vida ganado en un país supone un incremento de 4 puntos porcentuales en su PIB.

Alarmismo sin fundamento

Con todos estos datos encima de la mesa, el presidente de Farmaindustria considera que hay que desterrar los argumentos falaces que sostienen que los medicamentos innovadores ponen en riesgo la sostenibilidad del sistema sanitario, cuando es justo al revés. Primero porque está demostrado que las nuevas terapias suponen un importante ahorro en otras prestaciones sanitarias, a lo que cabe sumar los ahorros que proporcionan por la vía de la productividad, por ejemplo, con menos bajas laborales.

Por otro lado, el modelo de investigación basado en patentes lleva décadas demostrando su efectividad, puesto que estimula la investigación en un ámbito muy arriesgado y costoso y favorece la competencia y la bajada de precios cuando expira la patente y entran en el mercado genéricos y biosimilares.

Y todo esto, prosiguió el presidente de Farmaindustria, sin olvidar los mecanismos de control presupuestario, que van desde la regulación de la financiación y el precio en la entrada en el mercado de nuevos principios activos hasta la aplicación de los precios de referencia, que buscan la racionalización una vez ha expirado la patente. Todo esto se traduce, por ejemplo, en que el 82% de las unidades de medicamentos dispensadas en farmacias estén a precio de genérico o que la mitad de todas las dispensaciones tengan un precio inferior a 3,50 euros.

Sobre los nuevos medicamentos, Sellés destacó que sólo representan el 30% del gasto total en fármacos, en una proporción que se mantiene estable desde hace años pese a la continua incorporación de novedades, algo en lo que "tienen mucho que ver las soluciones innovadoras para la financiación, como los acuerdos de riesgo compartido o los techos de gasto, fruto del diálogo entre administraciones y compañías farmacéuticas", sin olvidar el Convenio entre la Administración y Farmaindustria en virtud del cual si el gasto público en medicamentos crece más que el PIB, la industria devuelve la diferencia.

Así las cosas, la realidad es que el gasto público en medicamentos suponía el 1,57% del PIB en 2010 y el 1,44% en 2018. Y previsiones solventes apuntan a crecimientos anuales del orden del 2% para los próximos años. "Todas estas garantías deben servir para alejar los mensajes alarmistas y dejar claro que, como ha sido siempre, el modelo es perfectamente sostenible", destacó.

La oportunidad histórica de la I+D

Por último, tras hacer referencia a las aportaciones de la industria farmacéutica en términos de empleo de calidad y generación de riqueza a través de la producción y exportación de alta tecnología, el presidente de Farmaindustria puso de relieve la oportunidad histórica que supone la revolución biomédica y cómo España debe estar preparada para lograr inversiones crecientes en este ámbito.

"La investigación clínica es cada vez más abierta, colaborativa e internacional, y numerosos países compiten por captar las inversiones de la industria farmacéutica en I+D, que a escala global ascienden a más de 130.000 millones anuales –explicó-. Si me permiten la expresión, es una cifra brutal, y por eso hay una creciente competencia entre países para captar esa inversión".

En España lo hemos hecho bien en los últimos años, afirmó, "pero lo podríamos hacer mucho mejor, y ese es el reto que tenemos todos: crear el entorno adecuado para atraer más inversiones". Todo esto, vino a decir Sellés, significa inversión para los hospitales españoles y prestigio para el sistema sanitario; es una oportunidad para que los profesionales sanitarios estén en la vanguardia científica, y es, por encima de todo, más calidad en la atención y acceso a los nuevos tratamientos para los pacientes.

"Estamos convencidos de que España está en condiciones de ser uno de los líderes mundiales en investigación clínica, y ello puede suponer un salto adelante en otros ámbitos de la investigación biomédica. Es fundamental que esta oportunidad esté presente en la agenda del Gobierno, y desde Farmaindustria colaboraremos al máximo para ayudar a que nuestro país la aproveche como el que más", concluyó.

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