A partir de los cinco o seis años los niños empiezan a perder sus primeros dientes de leche, y en uno o dos meses empezarán a aparecer los definitivos. Según la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO), los seis años es la edad ideal para la primera visita al ortodoncista y comprobar, en primer lugar, si el desarrollo maxilar y de los dientes de la boca del niño es el correcto. Si su desarrollo es normal, y el niño lo necesita, su boca estará preparada para colocarle una ortodoncia. Si no lo es, el ortodoncista deberá colocar en primer lugar un aparato ortopédico para corregir su desarrollo y solo después le colocará la ortodoncia propiamente dicha (braquets u ortodoncia invisible). Eso sí, si en algo coinciden los expertos es al señalar que la ortodoncia no debe colocarse hasta que el niño no tenga sus dientes definitivos.
Sofía Gómez Vildósola, especialista en ortopedia y ortodoncia, miembro activo de la Sociedad Española de Ortodoncia (SEDO) y ortodoncista en el Centro Dental Implantológico Manuel Gómez de Bilbao, explica precisamente que "la infancia es el momento ideal para actuar y prevenir los posibles problemas de una mala oclusión dental o mejorar la posición de la lengua detrás de los incisivos, que puede incluso afectar a la armonía de la cara". Se trata, en definitiva, de corregir diferentes anomalías que hayan surgido o bien durante el desarrollo del niño o incluso problemas dentales genéticos, y que buscan una buena oclusión dental o mordida y una correcta alineación de los dientes, con beneficios funcionales y estéticos. Esto, unido a una mayor preocupación por la salud dental, hace que cada vez veamos a más niños con aparatos dentales.
Los huesos de la cara del niño todavía están en desarrollo y es posible actuar sobre ellos para conseguir proporciones faciales armónicas. De ahí que sea importante que el ortodoncista controle desde la correcta erupción de los dientes, los huesos mal colocados, la mordida, la colocación maxilar o incluso los dientes bloqueados para evitar complicaciones en el posterior desarrollo del niño. Los aparatos ortopédicos serán los encargados de corregir los paladares estrechos, las mandíbulas pronunciadas o una mandíbula superior desequilibrada, entre otras cosas.
En lo que respecta a los dientes propiamente dichos, los problemas más comunes son la protusiones, con dientes muy inclinados hacia delante, dientes superiores muy por delante de los inferiores, lo que da lugar a que el labio inferior se interponga entre los dientes superiores e inferiores; mordida abierta, cruzada, mordida invertida (donde al morder los dientes de arriba quedan por detrás de los de abajo o el apiñamiento, que suele deberse a un problema de espacio) o el retraso importante en la erupción de alguna pieza.
"No es lo mismo actuar de forma preventiva que corregir un problema ya avanzado. La ventaja de realizar un tratamiento de ortodoncia en la niñez es que la duración del mismo es menor si se compara con el de un adulto, porque los huesos son menos sólidos, lo que ayuda al movimiento de las piezas dentales en un periodo más corto", subraya la ortodoncista Sofía Gómez.
Además, existen ciertos hábitos de los niños que inciden en el desarrollo normal de los huesos de la cara y por tanto alteran la armonía facial y la posición de los dientes, generando una mala oclusión:
- El uso del chupete más allá de los dos años o la succión del pulgar, que si persiste más allá de los cuatro o cinco años provocan una alteración de la oclusión dental que se denomina mordida abierta.
- La interposición lingual, que consiste en proyectar la lengua entre los dientes en el momento de la deglución, y provoca también una separación de los dientes y una mordida abierta.
- La respiración oral, que obliga al niño a respirar por la boca debido a una obstrucción nasal crónica. Este tipo de respiración impide que el maxilar superior se desarrolle con normalidad, lo que altera no sólo la armonía facial sino que también genera problemas de mala oclusión dental.
Existen dos tipos de aparatos, también en ortodoncia infantil: fijos (brackets metálicos o estéticos) y removibles (alineadores), donde en cada grupo existen diferentes opciones que el ortodoncista recomendará en función de cada problema que presente el niño.