En el marco de las XVIII Jornadas de Nutrición Práctica y el IX Congreso Internacional de Nutrición, Alimentación y Dietética

Los trastornos de conducta de los pacientes autistas conllevan frecuentes trastornos digestivos

Los probióticos podrían ser beneficiosos para combatir el desequilibrio de microbiota intestinal que padecen estos pacientes.
Es necesario que todos los profesionales sanitarios estén formados para abordar las dificultades de comunicación de las personas autistas a las que atienden.

El trastorno del espectro autista (TEA), conocido popularmente como autismo, no sólo va asociado a problemas conductuales tales como la dificultad para comunicarse o la realización de movimientos reiterativos, sino que también afecta a otros ámbitos de la salud como puede ser la nutrición. Los trastornos conductuales de los niños y adolescentes con TEA conllevan un patrón rígido de intereses y actividades que persiguen el deseo obsesivo de seguir de manera muy estricta determinadas rutinas, algo que también se refleja en el comportamiento hacia los alimentos. En la mayoría de casos, dichos pacientes sólo aceptan aquellos alimentos que ya conocen y se resisten a la degustación de nuevos platos. Además, muchos de ellos presentan hipersensibilidades sensoriales que pueden hacerles rechazar los alimentos a causa de factores como su textura, temperatura, color, sabor, o incluso su envase. A ello se suman las posibles intolerancias o alergias alimentarias y los trastornos funcionales digestivos comunes en estos pacientes, comportando un estado nutricional deficiente en calcio, hierro, grasas y en ciertas vitaminas (vitamina B6, A, C y D), según expuso el Dr. Guillermo Álvarez Calatayud, pediatra del Hospital General Universitario Gregorio Marañón y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos, en las XVIII Jornadas de Nutrición Práctica y el IX Congreso Internacional de Nutrición, Alimentación y Dietética. Las alteraciones descritas en este tipo de pacientes hacen necesaria la intervención nutricional con el empleo de preparados nutricionales y dieta especiales como base de numerosas líneas de investigación, afirmó el Dr. Álvarez Calatayud: "Aún es pronto para poder recomendar una dieta específica a un paciente de estas características pero el uso de probióticos podría ayudar a combatir el desequilibrio de la microbiota intestinal en las personas que presentan TEA".

Las pruebas y el tratamiento para evaluar la salud digestiva de una persona autista son similares a las que reciben el resto de individuos, pero hay que tener muy presente el agravante de que estos pacientes tienen dificultades para expresar el dolor y para describir su malestar general con palabras. De ahí, la importancia de la formación específica de los profesionales que los atienden: "Es fundamental que todos los profesionales que atienden a estos pacientes estén formados específicamente para poder abordar las dificultades en la comunicación que habitualmente se dan en la exploración física previa al diagnóstico", expuso el Dr. Álvarez Calatayud. Por ello, el pediatra insistió en que "no basta con los psiquiatras y psicólogos para lograr un servicio médico de calidad, sino que sería de gran utilidad que neuropediatras, gastroenterólogos, nutricionistas, alergólogos, enfermeros, profesionales de unidades del dolor y médicos de atención primaria, tuvieran los conocimientos requeridos para tratar a personas con autismo".

Para mitigar estas deficiencias, hace 5 años se creó el Programa para la Atención Médica Integral de los pacientes con Trastorno del Espectro Autista (AMI-TEA), ubicado en la Unidad de Adolescentes del Departamento de Psiquiatría del Hospital General Universitario Gregorio Marañón con el fin de dar una mejor asistencia médica a los pacientes con TEA. A lo largo de estos años, el servicio ha atendido a cerca de 10.000 consultas. El motivo de consulta más frecuente de los pacientes atendidos es el estreñimiento (30,15%) seguido del dolor abdominal (28,8%), los vómitos (17,8%), la diarrea (16,4%), el rechazo alimentario (12,3%), la intolerancia alimentaria (11%) y las alteraciones del comportamiento o irritabilidad (6,8%).

 

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