Se calcula que en España hay siete millones de personas que sufren artrosis. La prevalencia de esta enfermedad experimenta un brusco aumento en mujeres de más de 45 años.
Se ha demostrando que una de las causas es la pérdida de estrógenos debido a la llegada de la menopausia. Según un estudio científico, un 84% de las mujeres menopáusicas tiene dolores articulares y, de ellas, un 61% lo define como intenso o insoportable. El American College of Rheumatism estima que el 59% de las mujeres padecen artrosis.
La artrosis es una enfermedad infradiagnosticada en la mujer menopáusica que influye negativamente en su calidad de vida. El descenso del nivel de estrógenos es un factor de riesgo para desarrollar artrosis de rodilla en mujeres premenopáusicas. Las hormonas sexuales inciden en el desarrollo de la artrosis puesto que están implicadas en la inflamación de los tejidos.
La artrosis no se puede curar pero sí se puede tratar y mejorar la calidad de vida de las personas que la padecen. Desde la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) se recomienda, por ejemplo, vigilar el peso, evitar los tacones altos, realizar ejercicio moderado y, si es necesario, ayudarse de un bastón. Además, se recomienda el tratamiento con medicamentos condroprotectores para proteger el cartílago articular y aliviar el dolor.
El dolor y la incapacidad funcional son los principales síntomas de la artrosis, una enfermedad degenerativa, inflamatoria y crónica del aparato locomotor debida al desgaste de las articulaciones. Los objetivos del tratamiento serán siempre aliviar el dolor y el malestar, minimizar la incapacidad funcional, retrasar la progresión de la enfermedad y también garantizar la seguridad.
Tradicionalmente, el tratamiento farmacológico de la artrosis se ha basado en la administración de fármacos antiinflamatorios que alivian rápido el dolor pero que no son capaces de modificar la evolución de la enfermedad, ya que los síntomas reaparecen después de la supresión del tratamiento. Además presentan problemas de seguridad (gastrointestinales, cardiovasculares, hepáticos y renales) y pueden presentar problemas de interacción con otros medicamentos.
En cambio, los condroprotectores son fármacos de acción sintomática lenta que actúan directamente sobre las tres estructuras de la articulación afectadas por la artrosis (el cartílago articular, la membrana sinovial y el hueso subcondral). No solo alivian los síntomas de la artrosis, sino que se está demostrando que tienen capacidad para atacar la enfermedad de raíz, frenando el proceso degenerativo que tiene lugar en las articulaciones. Numerosos estudios avalan estos medicamentos por su alto perfil de seguridad, eficacia y coste.