Ralph A. Nixon y Daniel W. Wesson, investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, han descubierto que la patología amiloide en el ratón comienza en una región del cerebro que es responsable del olfato. Dicha patología amiloide consiste en el depósito de una sustancia proteica, llamada amiloide, en forma de placas u ovillos en el cerebro, que provoca que éste degenere. Los investigadores utilizaron para su estudio ratones genéticamente modificados para que sufrieran esta enfermedad y así poder reproducir las alteraciones que muestran los cerebros de las personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer.
El estudio, publicado en la revista Journal of Neuroscience, llega a la conclusión de que la pérdida de olfato y el depósito de amiloide están relacionados. Efectivamente, los ratones enfermos tardaban más tiempo en aprender los olores y tenían dificultades para diferenciarlos según la cantidad de proteína acumulada en sus cerebros. También se pudo comprobar que la pérdida de olfato se producía incluso con depósitos menores de amiloide.
Los investigadores concluyen con la hipótesis de que la pérdida de olfato, característica de la enfermedad de Alzheimer, se podría utilizar como un test precoz para diagnosticar la enfermedad.
Se trata de un descubrimiento revelador, ya que esta prueba olfativa de laboratorio podría ser una forma muy barata de cribado para esta demencia.