El daño cerebral adquirido (DCA) es la afectación repentina del funcionamiento del cerebro en una persona que, sin tener ningún daño cerebral previo, sufre una lesión externa como el traumatismo craneoencefálico (TCE) o interna como el ictus, meningitis, tumor cerebral o anoxia cerebral (falta de oxígeno en el cerebro). Según los últimos datos epidemiológicos, en España viven unas 420.000 personas con daño cerebral y el 90% presenta secuelas. De ellos, el 78% de los casos se deben a ictus y el 22% restante son secundarios a traumatismos craneoencefálicos u otras causas. Estas cifras de prevalencia del daño cerebral están aumentando, incluso el ictus en gente joven.
Las consecuencias del daño cerebral afectan a la globalidad del individuo y aunque los déficits motores suelen ser los más llamativos, las secuelas pueden manifestarse como problemas cognitivos, emocionales, conductuales, sensitivos y sensoriales. Problemas en esos niveles pueden condicionar una limitación a la hora de realizar las actividades que se considerarían normales para una persona y restringir su participación en la sociedad. Sin un proceso de rehabilitación es imposible recuperarse de un las secuelas por daño cerebral adquirido.
Estas declaraciones han sido realizadas por la Dra. Sara Laxe portavoz de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF) en el Día Nacional del Daño Cerebral Adquirido que se celebra el día 26 de octubre.
En sentido, la especialista explica que "todas las personas que han sufrido un daño cerebral deberían de ser evaluadas para realizar un correcto diagnóstico de sus secuelas, prestando atención a déficits invisibles como por ejemplo, una persona que tiene dificultades de concentración tras un caída o que se muestra más irritable, e iniciar un programa de rehabilitación lo antes posible".
El proceso rehabilitador debe iniciarse de la forma más precoz posible con el fin de minimizar las secuelas, promover la recuperación o la readaptación y prevenir complicaciones. "Es muy importante que el médico rehabilitador establezca una correcta alianza terapéutica con el paciente o con su familia para promover un mejor empoderamiento con una consiguiente mejoría en el duelo, en la asimilación de las secuelas, en la persecución de objetivos realistas y, por tanto, evitar caer en la tentativa de realizar terapias poco fiables, así como abandonos de medicación. El riesgo de suicidio tras una lesión cerebral se duplica en relación al riesgo en una población sin patología", afirma la experta de SERMEF.
Según señala la Dra. Laxe "las secuelas de un daño cerebral son múltiples y sus consecuencias repercuten no sólo sobre el paciente sino también sobre su familia y su entorno. Tres de cada cuatro pacientes con un daño cerebral grave necesitará algún tipo de ayuda para realizar las actividades básicas de la vida diaria y esta ayuda recae en un 80% de los casos sobre su familia". "La rehabilitación de un paciente con daño cerebral debe entenderse de forma holística, integral y viendo al paciente en su conjunto, como persona y como miembro de una familia y de la sociedad y evitar la tendencia al paciente", añade.
Por último, desde la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física destacan que el médico rehabilitador a lo largo de su formación como especialista "ha sido entrenado para valorar los déficits y la discapacidad secundaria a una lesión cerebral y coordinar el proceso rehabilitador con el resto de profesionales como por ejemplo neuropsicólogos, logopedas, fisioterapeutas o terapeutas ocupacionales". "Este proceso rehabilitador debe comenzar en la fase aguda y finaliza cuando el paciente se integra nuevamente en la sociedad.", concluye la portavoz de SERMEF.