«Tienes que poner más atención» es la frase que más veces ha oído el niño o niña que sufre dislexia. Entre un 5 y un 8 % de los niños escolarizados en educación primaria y secundaria presentan este trastorno neurológico y se estima que entre un 10 y un 15 % de la población puede sufrir dislexia. Para Anna López Sala, consultora del máster de Dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC, «el impacto social que tiene que soportar una persona disléxica es muy grande». En niños y niñas «estas dificultades pueden desencadenar trastornos emocionales como ansiedad, baja autoestima y fracaso escolar y en adultos no diagnosticados, les puede comprometer a reducir sus expectativas profesionales».
Detectar la dislexia no es fácil, por eso Anna López propone algunos indicadores de progreso que los niños deben haber integrado y superado según su franja de edad y que podrían convertirse en signos de alerta:
Entre P5 y 1º de primaria (de los 5 a los 7 años)
- Relacionar grafía y el sonido.
- Conseguir identificar los sonidos que componen las palabras e identificarlos.
- Reconocer palabras que empiezan con la misma letra. Ej.: mamá, mapa, mantel.
- Leer y descifrar palabras sencillas aprendidas.
- Aprender los días de la semana y los números del 1 al 10.
- Tener capacidad para rimar palabras: gato/pato.
Entre 2º y 3º de primaria (de los 7 a los 9 años)
- Mejorar la velocidad lectora.
- Saberse las tablas de multiplicar.
- No cometer errores ortográficos naturales o básicos.
- Construir discursos escritos bien estructurados.
- No utilizar con frecuencia «eso, esa cosa»: usar palabras específicas para referirse a objetos y cosas.
La experta en trastornos del lenguaje afirma que para un correcto diagnóstico «debemos tener en cuenta el historial clínico, es decir, los antecedentes familiares; la motricidad del niño o niña; las relaciones sociales; la adquisición de hábitos y el uso del lenguaje». Se debe estar alerta de los «informes escolares y los avisos de los maestros, pues para los padres es difícil conocer el nivel académico de su hijo o hija, ya que no pueden compararlo con el grupo clase».
Trabajando se puede ganar terreno a la dislexia
«Diferentes estudios han demostrado que la dislexia tiene un carácter hereditario; pese a ello, con una intervención adecuada se puede mejorar la velocidad lectora hasta niveles funcionales. La influencia de un ambiente adecuado y de un trabajo específico es capital para disminuir la incidencia de este trastorno», afirma el director del máster de Dificultades de aprendizaje y trastornos del lenguaje de la UOC, Llorenç Andreu Barrachina.
Para este experto «la intervención debe ser lo más precoz posible y tiene que combinar un trabajo coordinado entre maestros, especialistas y padres». Andreu recomienda centrarse en cinco ámbitos fundamentales:
- Trabajar la conciencia fonológica, es decir, trabajar la relación entre sonidos y grafías con juegos como por ejemplo «si le quitamos/sustituimos un sonido suena...» o «busca palabras que empiecen, contengan, acaben en...».
- Trabajar la correspondencia grafema-fonema, es decir, el conocimiento del nombre y el sonido de cada letra.
- Mejorar la velocidad lectora con ejercicios para la identificación rápida de palabras o la representación gráfica de letras y palabras.
- Entonación, ortografía y redacción. Ayudarles a mejorar el ritmo de la lectura, darles pautas para estructurar un texto escrito o poner especial atención en los signos de puntuación.
- Estrategias compensatorias, como por ejemplo proponerles técnicas de estudio con pautas como leer, subrayar, hacer esquemas, memorizar, repasar, y herramientas tecnológicas como ordenadores o corrector ortográfico.
Las TIC son un muy buen aliado
La introducción de las TIC en el mundo de la dislexia puede, según Anna López, «ayudar a mejorar la vida de los disléxicos». Por ejemplo con el uso de la tecnología como «los procesadores de voz, herramientas que pasan de las letras al sonido; el ordenador que lee el texto digital; aparatos de reconocimiento de voz que transcriben del sonido a la letra y los correctores ortográficos» concluye la experta.