"Los primeros 1000 días (270 de gestación y 730 correspondientes a los dos años del bebé) constituyen un periodo esencial para consolidar una buena salud a largo plazo", según ha explicado el doctor Juan José Díaz Martín, del Hospital Universitario Central de Asturias (Oviedo), en el Simposio Danone Nutricia Early Life Nutrition "Los primeros 1000 días: asegurando la salud de las generaciones futuras", celebrado Recientemente en Bilbao. "Una buena alimentación desempeña un papel crucial durante dicho periodo", ha añadido. "El rápido ritmo de crecimiento y desarrollo en esta etapa de la vida requiere unas condiciones nutricionales muy específicas para cada una de sus fases (embarazo, lactancia, destete, etc.), por lo que hay que garantizar a madres e hijos el acceso a una nutrición óptima".
En este contexto, el experto recomienda "que la madre tenga un peso adecuado al inicio del embarazo y un incremento apropiado del mismo durante la gestación". Una vez producido el parto, "es fundamental que el recién nacido reciba lactancia materna durante sus primeros seis meses de vida en exclusiva, ya que ofrece numerosos beneficios –a corto y largo plazo- tanto para el niño como para la madre", ha afirmado. Durante esta etapa, también "se debe cuidar la dieta de las madres para evitar déficits nutricionales en los niños". La leche materna "tiene una composición única y sus beneficios provienen de la acción conjunta de todos sus ingredientes, que actúan en concordancia como los miembros de una orquesta", afirma. "A partir de los seis meses, la composición de las fórmulas artificiales "debe mimetizar al máximo las características de la leche materna".
También es aconsejable empezar a introducir la alimentación complementaria a partir de los seis meses de edad, porque "la lactancia materna por sí sola es insuficiente para satisfacer las necesidades nutricionales del niño en desarrollo", y porque "la introducción temprana de alimentos sólidos con texturas y sabores nuevos ayuda a desarrollar hábitos alimentarios saludables que pueden perdurar en la edad adulta", ha explicado el doctor Díaz Martín. "La medida en la que gustan (o disgustan) los sabores se debe a causas innatas, factores ambientales y experiencias de aprendizaje". Por su parte, las texturas "desarrollan las capacidades motrices orales, reducen el riesgo de sufrir problemas alimentarios y optimizan la aceptación de alimentos saludables".
Todos estos aspectos "van a tener implicaciones sobre la salud del bebé a corto plazo, pero también –y lo que posiblemente sea más importante -en su vida adulta".
El experto ha explicado cómo a finales del siglo pasado "se empezaba a perfilar la hipótesis de la programación fetal, desarrollada a partir de los estudios de Osmond y Barker que relacionaban el peso al nacer con la mortalidad por enfermedades cardiovasculares en la edad adulta". Tras numerosas críticas, "se han venido acumulando evidencias que apoyan dicha teoría", ha apuntado. "Aún no hay un conocimiento exhaustivo de lo que realmente sucede, pero estudios a gran escala están poniendo de manifiesto la importancia de la nutrición en los primeros meses de vida y cómo esto puede condicionar la salud futura".
Estudio pionero en España
Uno de esos estudios es el Alsalma 2.0, un análisis cuantitativo realizado por un comité de expertos en Nutrición y Pediatría y patrocinado por la compañía Danone Nutricia dentro de su programa educacional "Alimentando la Salud del Mañana". Se trata de la primera y única investigación en España centrada exclusivamente en analizar los hábitos nutricionales de los niños menores de 3 años para comparar los resultados obtenidos con las recomendaciones de consumo energético e ingesta de nutrientes. El estudio, publicado en Anales de Pediatría -la publicación oficial de la Asociación Española de Pediatría (AEP)-, muestra una visión muy detallada de los patrones alimentarios de este grupo de población y concluye que "la promoción de una alimentación saludable debe centrarse en la corrección de los desequilibrios dietéticos detectados para favorecer la salud futura de los niños".
El 95,9% de los niños de 7 meses a 3 años de edad consumieron proteínas por encima del doble de las recomendadas. También se comprobó que una mayor proporción en el consumo diario de proteínas se relacionaba con un mayor índice de masa corporal.