El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, según la Organización Mundial de la Salud. Durante el año 2020, 3.940 personas se quitaron la vida en el país, aproximadamente 11 personas al día. El suicidio es un grave problema de salud que afecta a toda la sociedad y que continúa considerándose un tema tabú en muchos ámbitos. Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, los expertos del programa RECURRA-GINSO han querido reflexionar sobre las conductas suicidas en adolescentes y explicar la labor que tienen los especialistas y el entorno de los menores a la hora de identificarlas y prevenirlas.
Según afirman, el acoso escolar es la principal causa de suicidio entre la población infantojuvenil. En la actualidad, el bullying se origina en el entorno escolar y se traslada al hogar del menor afectado a través de las redes sociales. En muchas ocasiones, los menores que son acosados por compañeros no saben cómo comunicar el problema o externalizar el sufrimiento que están sintiendo y esto les puede conducir a un trastorno depresivo que puede arraigar en pensamientos suicidas. "Los menores que piensan en quitarse la vida no lo hacen porque no quieran vivir o tener un futuro, tienen estos pensamientos porque no saben cómo gestionar y afrontar el sufrimiento. En la mayoría de casos, el suicidio viene de la mano de la depresión que a su vez proviene de la desesperanza y de la falta de herramientas para afrontar una situación complicada. Es necesario tener claro que el suicidio es evitable y que las personas en riesgo emiten llamadas de angustia antes de cometer el acto", asegura Javier Urra, director clínico de RECURRA-GINSO.
Desde el pasado 10 de mayo el Ministerio de Sanidad puso en marcha el teléfono 024 contra el suicidio, este servicio junto con el Teléfono de la Esperanza o la Asociación La Barandilla ayudan a evitar que muchas personas cometan el acto suicida y reconsideren su situación.
Claves para la identificación temprana
La escucha y el apoyo del entorno más cercano a los menores es fundamental para identificar y tratar el riesgo a tiempo. "A pesar de que los jóvenes con pensamientos suicidas actúan de manera más imprevisible que los adultos en la misma situación, la mayoría exteriorizan de manera verbal o conductual la intención de acabar con su vida. Frases como "algún día me iré de aquí" o "la vida no tiene sentido" pueden ser un síntoma de que el menor está en riesgo. Asimismo, alteración en las conductas como dejar de salir con amigos, ideas tanáticas o cambios de humor acompañados de tristeza o timidez extrema, son otros indicios que pueden alertar a los padres. No obstante y al contrario de lo que se suele pensar, normalmente las autolesiones no son un signo de que el menor esté en riesgo de suicidio. La escucha y la comunicación con los hijos, así como la ayuda de especialistas, pueden ayudar a que los padres identifiquen la situación a tiempo y se prevenga el acto", explica Urra.
Los jóvenes con ideas suicidas que reciben proximidad, seguridad y afecto por parte de su entorno, así como tratamiento de un buen profesional consiguen superar el riesgo de suicidio y rehacer su vida. "Nosotros hemos tratado diferentes casos de jóvenes que querían acabar con su vida. En la mayoría de ellos, intentamos acompañar la terapia con actividades que permitan al joven realizarse y enfocarse en un objetivo de vida que normalmente implica a terceras personas. De esta manera, el joven se compromete con su meta y se desliga del sufrimiento interno que padece, sintiéndose útil por ayudar a los demás", añade Javier Urra.
Por último, los expertos aseguran que una adecuada intervención por parte de especialistas y el apoyo y acompañamiento de los familiares durante el proceso reducen significativamente el riesgo de suicidio en adolescentes.