El cerebro humano es lo suficientemente complejo, sensible y vulnerable a su entorno social, para que los acontecimientos que tiene lugar durante la infancia y la pubertad puedan determinar la forma en la que una persona adulta responde a los retos de la vida. Sobre esta circunstancia, la investigadora del CIBERSAM y catedrática de la Universidad de Barcelona, Lourdes Fañanás Saura, destaca que "cualquier persona puede desarrollar un trastorno mental a lo largo de su vida" y afirma que "una de las claves se encuentra en cómo se desarrolla el cerebro durante la infancia".
"El cerebro se forma y madura durante los primeros años de vida y, por ello, los niños necesitan de una ambiente paterno-materno y social adecuado, para desarrollar unas funciones mentales sanas", explica la experta. Es decir, evolutivamente los seres humanos van a necesitar de unos padres que se ocupen de ellos, y les transmitan una representación del mundo desde que son unos recién nacidos y hasta la adolescencia que les permita posteriormente manejar adecuadamente la realidad en la que van a tener desenvolverse y sobrevivir.
El cerebro de un niño se desarrolla gracias a los estímulos que recibe de sus padres y del ambiente que le rodea y, por ello, "si fracasan, son anómalos –o patológicos en sí mismos-, el desarrollo cerebral se verá afectado, según las circunstancias propias de cada individuo, en mayor o menor medida", afirma la investigadora CIBERSAM.
La Dra. Fañanás ahondará en esta y otras circunstancias que pueden influir a la hora de que un sujeto manifieste o no síntomas de un trastorno mental, el viernes -27 de septiembre-, en la conferencia titulada Infancia, biografía y Enfermedad Mental. Esta ponencia inaugurará el XXII Congreso Nacional de Psiquiatría que se está celebrando en el Palacio Euskalduna de Bilbao.
Un porcentaje de los pacientes con trastornos mentales atendidos por el sistema público de salud, presentan algún tipo de acontecimiento vital traumático o periodos de maltrato en su infancia que han influido en el desarrollo de los síntomas actuales. La forma de responder al estrés en la vida adulta puede verse influenciada por mecanismos biológicos que regulan la respuesta al estrés y que quedan alterados como consecuencia de esas vivencias infantiles. Según investigaciones desarrolladas por un estudio colaborativo entre distintos grupos de investigación del CIBERSAM, estos mecanismos alterados pueden quedar fijados mediante mecanismos epigenéticos e influir en la expresión futura de algunos genes esenciales en la regulación de la respuesta al estrés.
Una espiral de complicaciones
La biografía de los primeros años de la vida explica aspectos esenciales del desarrollo de la salud mental de una persona en la edad adulta. "Es como una espiral. Cuando un niño padece maltrato se desregulan muchos sistemas biológicos cerebrales y se modifica la conducta del niño. A modo de mecanismo de defensa frente al estrés, al miedo y a la falta de afecto; se ponen de manifiesto también distintos síntomas y el niño tiene dificultades para adaptarse a su entorno escolar; si esta situación no se reconoce a tiempo, la entrada en la pubertad y en la adolescencia es especialmente complicada y es común el contacto con las drogas, que actuarán como desencadenantes de cuadros clínicos con un pronóstico grave. Si su cerebro partía con cierta vulnerabilidad para desarrollar psicosis o estados depresivos, los manifestará; igualmente se desarrollan trastornos de conducta, adicciones o violencia que exponen al adolescente a muchas situaciones de riesgo y condicionarán completamente su vida adulta. Todo es longitudinal y biográfico en el ser humano", explica la catedrática de la Universidad de Barcelona.
La infancia y la adolescencia presentan factores, como los ya mencionados, que pueden influir en que se manifieste o no un trastorno mental, pero, ahora bien, "en la edad adulta también pueden darse circunstancias de diferente naturaleza que hagan que una persona con una infancia feliz o sana desarrolle un trastorno mental", señala la Dra. Fañanás.