Finaliza el XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría y Congreso de la Asociación Europea de Psiquiatría Geriátrica

El ictus provoca irritabilidad y dificultad para reconocer emociones en las caras

Estudio con pacientes realizado en el País Vasco ¡La cara es el espejo del alma!

Son de sobra conocidas las secuelas físicas del ictus pero no las psíquicas, que también alteran la vida de los pacientes y de su entorno
La irritabilidad lleva a los afectados a un estado agresivo y de enfado que hace muy difícil la convivencia
Miedo, tristeza, sorpresa, enfado y asco: emociones que les cuestan reconocer
No reconocer las emociones en las caras de quien se tiene delante hace que el paciente vea mermadas sus capacidades de interacción social y tenga una peor adaptación a nivel laboral, personal y familiar

Dos estudios realizados en el Hospital Aita Menni, centro sanitario vasco dedicado a la atención de los enfermos mentales, personas con daño cerebral y el cuidado de personas mayores, han estudiado la irritabilidad y las dificultades para reconocer las emociones en las caras. Ambas investigaciones han sido presentadas en una sesión denominada "psicopatología del ictus" en el cierre del XXIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicogeriatría y Congreso de la Asociación Europea de Psiquiatría Geriátrica que se ha celebrado en Bilbao.

El estudio de irritabilidad de pacientes con ictus ha sido presentado por la neuropsicóloga de la Unidad de daño cerebral, Naiara Mimentza, quien ha explicado que el trabajo ha sido realizado en las instalaciones del centro en Arrasate-Mondragón (Gipuzkoa) y han participado un total de 45 pacientes de los que un 40% ha presentado estos problemas.

Durante la presentación, el Dr. Quemada, Director médico del citado Hospital ha puesto el foco en que en el ictus y el daño cerebral "son de sobra conocidas las secuelas físicas pero no tanto las consecuencias psíquicas, que también alteran la vida de las pacientes y de su entorno". "Dentro de las secuelas del daño cerebral, los cambios cognitivos y conductuales marcan el día a día y el futuro de las personas y sus familias, y por ello hemos realizado este estudio", ha subrayado.

"De las secuelas psíquicas del daño cerebral se sabe que muchos de los pacientes -uno de cada tres- ha sufrido depresión tras la lesión, y ahora constatamos que muchas de las personas también presentan otros tipos de trastorno afectico como la irritabilidad. Este estado lleva a los afectados a ser agresivos y enfadarse, haciendo muy difícil la convivencia. Por ello, su estudio y tratamiento se erigen fundamentales en un hospital como el nuestro", ha afirmado el especialista.

Por otro lado, el psicólogo Eduardo González del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas y UNIR, ha expuesto los resultados sobre el estudio de la capacidad de reconocimiento de las emociones de las caras en pacientes con ictus en el que han participado 51 pacientes de Aita Menni.

Los pacientes fueron sometidos a la Prueba de Evaluación de Reconocimiento de Emociones (PERE), creada por el psicólogo David Gil. La prueba está compuesta por 54 imágenes de sujetos que expresan facialmente las 6 emociones básicas (felicidad, tristeza, enfado, asco, miedo, sorpresa) y una expresión neutra. Esta prueba ha sido probada en esquizofrenia pero nunca antes había sido usada en pacientes con ictus.

En este contexto, los resultados preliminares son alarmantes, ya que "el 70% de los pacientes con ictus presentaron graves dificultades en el reconocimiento de emociones". "Las puntuaciones medias de los pacientes con ictus fueron un 20% más bajas que las halladas en pacientes diagnosticados de trastorno mental grave y un 30% inferiores a las de la población normal". Nuevamente y corroborando los hallazgos encontrados en otros estudios, las emociones que peor se detectaron fueron miedo y tristeza.

"Hemos de prestar especial atención a este problema ya que la capacidad de reconocer las emociones en rostros de otras personas supone la base de aspectos tan necesarios e importantes como la empatía o el ajuste social. Esta circunstancia puede generar un auténtico círculo vicioso en el que el paciente termine aislado socialmente, y con un alto riesgo de padecer trastornos de tipo afectivo lo cual complicaría su proceso de rehabilitación", ha concluido.

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