Los expertos advierten de que la radiación ultravioleta constituye el factor más importante en cuanto a la aceleración del envejecimiento cutáneo, debido a la reducción de la producción de melanina, colágeno y elastina. Las consecuencias del sol son muy negativas en la piel de las personas que fuman. Además, en los fumadores ya existe un mayor riesgo de presentar los signos de una piel poco saludable por el consumo de tabaco.
Las consecuencias de la nicotina sobre la piel se producen en una doble dirección. Por un lado, eleva los niveles de vasopresina (una hormona que estimula la contracción de las fibras musculares). Con ello se aumenta la presión sanguínea, se reduce la producción de estrógenos y la absorción de vitamina A y se alteran los niveles de colágeno y elastina. De este modo se acelera el envejecimiento cutáneo. Por otro lado, al limitar el flujo sanguíneo también impacta de forma negativa sobre la cantidad de oxígeno y otros nutrientes esenciales que nutren la piel.
Además, aire contaminado por el humo del tabaco también tiene un impacto importante en el aspecto de la piel, especialmente en el caso de las mujeres. Esta mayor sensibilidad de las mujeres se debe a que acostumbran a dar caladas más largas y aumenta con ello la entrada de monóxido de carbono, y a que presentan una piel más delicada y sensible que la de los hombres.
Por último, en las personas fumadoras suelen presentar una pigmentación amarillenta en los dedos, dientes e incluso en el cabello. Además, suelen tener más problemas de cicatrización y alteraciones en la respuesta inflamatoria de la piel.