La mayor parte de la población padece algún tipo de alteración del sueño a lo largo del periodo de verano, hecho que se manifiesta en menor medida a lo largo del año, pero que se acentúa debido al incremento de las temperaturas y al aumento de las horas de luz. Pese a que todos los grupos de la población experimentan en mayor o en menor medida trastornos del sueño, uno de los grupos más susceptibles a los cambios son los mayores.
Las consecuencias derivadas de los trastornos del sueño abarcan problemas leves como irritabilidad o agotamiento, pero pueden evolucionar en otros más graves como los episodios de somnolencia (propios en los más pequeños y mayores), que pueden ocasionan dolores de cabeza, conducta errática o fatiga.
El Doctor David Curto, jefe de gestión asistencial de Sanitas Residencial, explica que para evitar los trastornos relacionados con el sueño es esencial mantener los hábitos regulares, los horarios, cuidar la alimentación y, si es posible, realizar ejercicio durante 15 o 20 minutos al día.
"Las prendas ligeras, las comidas poco abundantes y consumir bebidas frías antes de dormir, son algunas de las medidas que ayudan a prevenir trastornos del sueño, ya que, entre otras cosas, favorecen la regulación de la temperatura corporal, menor en personas mayores", comenta Curto.
Los cambios de temperatura, al igual que la alimentación, juegan un papel fundamental dentro de la regulación del sueño y la prevención de los trastornos asociados. A la hora de irse a dormir es necesario regular la temperatura de la habitación, especialmente si esta dispone de aire acondicionado. "Las variaciones repentinas de temperatura pueden dar lugar a sueño fragmentado, el cual no sólo es molesto, sino que interrumpe la sensación de descanso", concluye David Curto.