La comunidad científica estima que alrededor de un 20 por ciento de la población padece, cada año, algún tipo de trastorno mental. Esta realidad conlleva una serie de consecuencias, tanto físicas como sociales, sobre las que trabaja la Psiquiatría desde diversas vertientes. Philippe Courtet, presidente de la Asociación francesa de Psiquiatría Biológica, es quien lanza una pregunta comprometida a la comunidad psiquiátrica en el marco del XXV Curso de Actualización en Psiquiatría que se celebra en el Palacio Europa de Vitoria-Gasteiz en el que participa: "¿Es posible mejorar el abordaje terapéutico del riesgo suicida?".
En su análisis, el especialista parte de una premisa básica. "Los trastornos de ánimo acarrean el mayor riesgo de suicidio. Pero, hay que reconocer que tratar dichas afecciones psiquiátricas no se corresponde con una reducción sustancial del suicidio. Desde la década de los años 50, las tasas de suicidio no han disminuido a pesar del hecho de que se han producido decenas de medicamentos para las enfermedades mentales".
La charla abordará las innovaciones en la psicofarmacología del suicidio, así como el arsenal terapéutico del que se dispone en la actualidad y las posibles innovaciones transferidas de la identificación de biomarcadores de las conductas suicidas. Philippe Courtet recuerda que "el estudio de una gran población de pacientes ambulatorios deprimidos, seguidos durante las primeras seis semanas tras el inicio del tratamiento con antidepresivos, puso de manifiesto que los pacientes que tenían antecedentes propios de intento de suicidio o ideación suicida, presentaron menos probabilidad de que la depresión remitiera tras este periodo de tratamiento. Eso significa que los pacientes que más requieren tratamiento eficaz son los que tienen peor respuesta", puntualiza el experto.
De ello se deduce un mensaje claro. "El simple uso de antidepresivos no es suficiente para proteger del suicidio". El presidente de la Asociación francesa de Psiquiatría Biológica estima que "es esencial buscar estrategias en pacientes con riesgo. En la actualidad están en marcha tres estudios aleatorizados y controlados realizados en pacientes deprimidos en situación de riesgo, con el objetivo principal de la disminución del riesgo de suicidio en situación aguda de algunas semanas. La iniciativa supone una pequeña revolución, habida cuenta que no sólo realiza un análisis secundario del efecto sobre ideación suicida, sino que además centra su atención en pacientes con riesgo"
¿Qué se deduce de todo ello? "En la situación actual", subraya Philippe Courtet, "se dispone de algunas estrategias interesantes para el tratamiento de los pacientes con depresión y riesgo suicida en torno a cómo resultaría el uso preferencial de antidepresivos serotoninergicos, o de la combinación de antidepresivos con antipsicóticos o con el litio. En el caso de los pacientes con afectaciones distintas a la depresión, no existen estrategias definidas para el tratamiento agudo, ya que clozapina y litio tienen efectos a largo plazo"
En los últimos tiempos han aparecido nuevas concepciones en las que se relacionan los avances en la investigación sobre la fisiopatologia del suicidio. Las evidencias a favor de la implicación de anomalías del sistema glutamatérgico e inflamatorio en las conductas suicidas se han acumulado durante los últimos años tanto a nivel genético, cerebral y periférico. Esto proporciona una base neurobiológica de los estudios que describen que la ketamina, mediante el bloqueo de la transmisión del receptor NMDA, puede aliviar la ideación suicida y contrarresta la inflamación. "Hoy en día hay tres estudios aleatorizados y controlados frente a placebo que demostraron la eficacia significativa y muy rápida de la ketamina".
A esta reflexión hay que añadir que "también hay evidencias del importante papel del dolor, ya sea social, psicológico o físico, en el suicidio. Es más, el dolor se asocia a todos los fenómenos suicidas de forma independiente a la depresión". En torno a esta realidad, los investigadores "formularon la hipótesis de que el sistema del receptor μ-opioide está implicado en la modulación del estrés emocional y las interacciones sociales, por lo que podría influir en el riesgo suicida. Un estudio publicado el pasado año comparaba el uso de una dosis ultrabaja de buprenorfina sublingual como tratamiento frente a placebo.En la muestra de pacientes de alto riesgo con ideación suicida elevada, mediante la Beck Suicide Ideation, la buprenorfina fue superior al placebo a las dos y a las cuatro semanas."