La alimentación en las primeras etapas puede modificar la microbiota e influir en el desarrollo del sistema inmunológico de los bebés

Hasta hace no mucho la microbiota, el conjunto de microorganismos vivos que se encuentran en nuestro intestino, era una gran desconocida. Sin embargo, cada vez se sabe más sobre su importancia para la salud. Existen numerosas evidencias de su influencia en el desarrollo de sistemas tan importantes como el inmunológico o el sistema nervioso central. Y la alimentación en las primeras etapas de la vida puede jugar un papel determinante en la configuración de esta microbiota.

Esta es una de las principales novedades que se están tratando durante las VII Jornadas Científicas Internacionales organizadas por la Cátedra de Ordesa en Nutrición Infantil.

Una vez más los especialistas reunidos presentarán estudios científicos que muestran evidencias sobre como la salud y la nutrición durante los primeros meses de vida puede tener influencias a lo largo de toda la vida. Esto abre un campo inmenso de "actuación para poder hacer tratamientos más individualizados y generar un desarrollo óptimo en las primeras etapas de la vida" como ha señalado la profesora Cristina Campoy, directora de la Cátedra.

La microbiota y su relación con el sistema inmunológico

Los primeros momentos de la vida son fundamentales a la hora de la colonización de nuestro intestino por parte de los microorganismos que luego nos acompañarán el resto de nuestra existencia. En su desarrollo existen ventanas críticas, siendo una de ellas los primeros mil días. Así, el profesor John F. Cryan, jefe del Departamento de Anatomía y Neurociencia de la Universidad de Cork (Irlanda), muestra en estas jornadas los diferentes factores que pueden modular la microbiota tanto de la madre como del bebé. Factores ambientales, genética del huésped, alimentación, modo de parto, exposición a los antibióticos o composición de la microbiota prenatal son algunos de ellos, pero Cryan señala el papel fundamental de la alimentación tanto en la programación perinatal como en la modulación de la microbiota desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida.

¿Se puede entonces mejorar el sistema inmunológico controlando la microbiota a través de la alimentación? Diferentes estudios presentados en el simposio sí parecen justificarlo. La Dra. Cristina Campoy explica como los nutrientes funcionales afectan positivamente la inmunidad del huésped mediante la modificación del microbioma intestinal, ayudando a reducir las infecciones en la primera infancia. En un estudio dirigido por ella se han comparado tres grupos de bebés. Uno de ellos alimentado con fórmulas enriquecidas con nutrientes funcionales bioactivos, otro con una fórmula estándar y una tercera de bebés alimentados con leche materna. El estudio demostró que los primeros presentaron menor incidencia de episodios infecciosos que las otras dos. En concreto, comparada con la cohorte de la fórmula estándar, la reducción fue muy significativa en infecciones respiratorias y gastrointestinales (un 30,2% menos en las primeras y un 32,5% en las segundas).

Pero la alimentación en las primeras etapas de vida también tiene un impacto en el sistema inmunológico ayudando a su desarrollo. Se sabe que la lactancia materna promueve su maduración y protege de la aparición de infecciones y alergias alimentarias que pueden ser producidas por un desequilibrio entre los componentes inmunitarios. La leche materna tiene una serie de componentes importantes como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), presentes también en la membrana de las células del sistema inmunológico como explica el profesor Philip Calder, profesor de Inmunología Nutricional de la Universidad de Southampton (Reino Unido) en las Jornadas.

Sabiendo esto se ha querido evaluar si la adición de estos ácidos en la alimentación de los bebes, para crear un producto más similar a la leche materna, podía tener un impacto beneficioso. Los resultados obtenidos así lo han demostrado, según muestra el profesor Calder ya que los bebés alimentados con fórmulas que incluían estos ácidos tenía un riesgo menor de desarrollar una enfermedad alérgica o asma que aquellos que se alimentaban con fórmulas que no las incluían.

Alimentación y obesidad infantil

Otro de los temas más innovadores que se incluyen en estas jornadas es el impacto que la dieta temprana puede tener en el desarrollo de la obesidad infantil, una de las grandes preocupaciones de los pediatras y nutricionistas en los últimos años debido al aumento considerable de esta condición, sobre todo en niños de países más desarrollados, donde ha empezado a hablarse incluso de una pandemia invisible.

El profesor Berthold Koletzo, catedrático de Pediatría en la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich (Alemania) presentará los trabajos de su equipo de investigación en los que se ha buscado comprobar si existía alguna relación entre el momento en el que se introducía la alimentación complementaria con la obesidad infantil. Para ello se realizó un estudio en el que participaron padres de más de 7.500 niños de seis países europeos, conocido como estudio Toy-Box. Aunque se pudo observar una asociación positiva entre el momento de la introducción de alimentos sólidos y la lactancia materna, así como en relación con el nivel socioeconómico de las familias, no se pudo observar un riesgo significativo de obesidad cuando esta introducción se hacía de forma precoz entre 1 y 3 meses o cuando era algo más tarde, entre los 4 y 6 meses. De esta forma su estudio no fue capaz de hallar ninguna asociación entre la obesidad y el momento de la introducción de la alimentación sólida.

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