La sociedad de la inmediatez, de la gratuidad, de la satisfacción instantánea es un perfecto caldo de cultivo para que siga incrementándose el número de personas que padecen depresión. Esta es una de las conclusiones a las que llega el psiquiatra del Centro Asistencial San Juan de Dios de Málaga, Rafael Blánquez, que ha impartido una charla formativa acerca de la ‘Melancolía' para el personal sanitario que trabaja con personas con problemas de salud mental.
El concepto de ‘depresión' es un estado anímico, sin olvidar que el ánimo viene del latín animus, lo que anima, lo que da vida. Pero a partir del siglo XIX, esa falta de voluntad que se asociaba hasta entonces a la depresión se descarta, ya que lo irracional comienza a aceptarse como parte del ser humano, y la depresión comienza a ser entendida como un trastorno afectivo en el que la voluntad propia del que la padece no interviene.
Los profesionales que, como Blánquez, trabajan con personas con trastornos como la depresión establecen una diferenciación entre dos tipos diferentes: las endógenas, es decir, la que no tienen causalidad externas; y las reactivas o causadas por factores como las vivencias, problemas adaptativos a la propia vida, problemas amorosos, entorno hostil, etc.
Las más frecuentes son estas últimas, las que tienen que ver con el ambiente, con la pérdida del sentido de la lucha diaria, ausencia de amor, aburrimiento cotidiano, problemas económicos, o de salud, cambios en la adolescencia, etc. Y es en este punto donde las características de la sociedad actual, según Blánquez, inciden aún más negativamente en la pérdida de ese sentido. "Hoy, la sociedad promueve el hedonismo, la búsqueda del divertimento y el placer rápido, nos vende la idea de que no existen los límites, es decir: si no le gusta algo, cámbielo a su gusto previo pago de su importe. Se trata de una sociedad en la que nadamos sobre toda la variedad que nos puede ofrecer un supermercado, que nos impulsa a viajar para el solo hecho de atesorar experiencias –explica el psiquiatra malagueño-. Sin embargo, esa misma sociedad no nos propone un trabajo interior, no nos ofrece tiempo para la búsqueda de lo trascendental, para, acaso, buscar el sentido de nuestras propias vidas. Y esto nos hace vulnerables frente a situaciones adversas, anula la resiliencia".
La inmediatez, la rapidez, la satisfacción instantánea a nuestra medida sin grandes dificultades están haciendo que la capacidad de espera de los individuos se reduzca cada vez más, de modo que cuando se le presenta alguna situación de espera obligada, la intolerancia se hace patente. Según este médico del San Juan de Dios de Málaga, tener al alcance de manera inmediata y gratuita muchos deseos, prepara negativamente a las personas ante frustraciones futuras. Por ello, el hecho de que, por norma, un adolescente quiera ver una película y la descargue y la consuma en ese momento, lo educa en la impaciencia, en la intolerancia de la espera. "Todo tiene que ser ya. Y el hecho de que no sea ya ha hecho que desarrollemos una gran intolerancia a la frustración. Se nos ha educado en la fijación de altas expectativas, muchas de ellas, demasiado ideales, pero no se nos ha preparado para el control de esa frustración. Por eso, autores como Alasdair MacIntyre están recuperando los conceptos de ‘virtudes aristotélicas', para poner en valor la importancia de encontrar el punto medio de los rasgos psicológicos, el punto medio en lo emocional, en el impulso".
Convivir con personas con depresión
Blánquez apunta que aquellos que conviven con personas con depresión han de tratarles con empatía, pero exigiéndoles unos autocuidados mínimos. "No podemos apelar a que pongan de su parte, porque eso sería creer que se trata de un problema de voluntad; pero sí que podemos apelar a que tengan una buena actitud ante el problema depresivo porque, aunque no lo soluciona, ayuda mucho".