Durante muchos años (y todavía hoy en día) no ha sido extraño escuchar la afirmación "un biberón y toda la noche durmiendo", que venía a ser la plasmación de una idea muy extendida: que los niños alimentados con leche artificial dormían más y mejor que los alimentados con leche materna. "Son leyendas urbanas que vienen de los años '60, ‘70 y '80 del siglo pasado, que fueron los años de oro de la lactancia artificial, cuando ésta era consideraba un signo de estatus que, además, mejoraba la calidad de vida del niño y su desarrollo. La evidencia científica, sin embargo, nos demuestra que la realidad es justo la contraria", sostiene el doctor Gonzalo Pin Arboledas, miembro del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES).
¿Y qué dice esa evidencia científica? Que los niños amamantados duermen más y mejor que los niños alimentados con leche artificial. Y que de esa relación también salen beneficiadas las madres que lactan, que, aunque se suele creer lo contrario, duermen alrededor de media hora más por noche y presentan mayores periodos de sueño profundo que las madres que eligen la fórmula como método de alimentación de sus hijos.
"La lactancia materna tiene dos ventajas fundamentales. Por un lado, presenta una composición diferente a lo largo del día. Por la noche, por ejemplo, tiene más contenido de melatonina y de una serie de nucleótidos que favorecen el sueño del bebé. Además, por otro lado, la lactancia materna, a través de esa mencionada composición cambiante, favorece que el niño adquiera y consolide de una forma más precoz y con menos complicaciones sus patrones del sueño y su reloj biológico", argumenta Pin Arboledas.
Lactancia y sueño: una relación íntima
Entre el 1 y el 7 de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna y desde el grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño han querido aprovechar la efeméride para destacar la relación "íntima" existente entre lactancia materna y sueño. "La una condiciona al otro y viceversa, y esa relación hay que tomarla con una perspectiva evolutiva", explica Gonzalo Pin.
En ese sentido, el experto apunta que desde el nacimiento y durante el primer semestre de vida aproximadamente, el niño presenta un ritmo biológico coordinado de sueño y lactancia "que se retroalimenta aproximadamente cada 2-4 horas, franjas de tiempo en las que el niño necesita periodos de alimentación y periodos de sueño".
A partir del sexto mes se empiezan a producir una serie de cambios fisiológicos en el niño (se mantiene sentado, desarrolla una coordinación succión-deglución que le permite empezar a tragar otra serie de alimentos) que influyen en la relación sueño-lactancia materna: "La maduración que se produce en este momento, unida a la introducción de la alimentación complementaria, indican que es el momento de dar el paso entre una lactancia materna a demanda y una lactancia "más social" que, aproximadamente al año de vida, se debería enmarcar dentro del ritmo circadiano de 24 horas del día".
Según el experto, es "muy importante" que tanto los profesionales sanitarios como las madres sean conscientes y conocedores de esa evolución que se produce en la relación entre lactancia y sueño para que no se cree "una dependencia que haga que la lactancia materna pase de ser un favorecedor de un buen descanso a convertirse en un elemento que podría dificultar el sueño. De esa manera, además de favorecer el desarrollo armónico de los ritmos de sueño-vigilia, favorecemos el mantenimiento de la lactancia materna en el tiempo objetivo marcado por la OMS y por la Asociación Española de Pediatría (AEP)".