Un año después de la aparición de la gripe A, ésta ya se ha olvidado. El nuevo virus se ha extendido por 213 países y deja un balance de casi 18.000 víctimas mortales, 340 en España. Pero estas cifras son muy inferiores a las de la gripe estacional.
Se temía que los efectos de esta nueva gripe causaran una auténtica catástrofe sanitaria a escala mundial, pero no ha sido así.
Cada cierto tiempo surge una cepa gripal tan diferente de las convencionales que la población carece de memoria inmunológica para hacerle frente y se convierte en una amenaza temible.
Este virus de origen porcino, que se identificó el año pasado en México, cumplía todos las condiciones para convertirse en el enemigo más temido. La OMS y las autoridades sanitarias se prepararon para una situación límite, pero 12 meses después, el balance no ha sido tan trágico. Los muertos se cuentan por miles, pero las cifras se alejan de las 500.000 vidas que se cobra cada año la gripe estacional.
El último recuento de la OMS estima en 17.700 el número de fallecimientos en todo el mundo, aunque las cifras más fiables son sólo las de los países desarrollados.
El Ministerio de Sanidad aún no ha dado por concluida la pandemia, pero sus datos preliminares indican que más de 1,3 millones de personas han sufrido la gripe A en España, 340 pacientes han fallecido por complicaciones asociadas a la infección y más de mil enfermos han pasado por las Unidades de Cuidados Intensivos.
Sin embargo, este virus sigue activo. Las zonas del planeta con más actividad gripal son el Sureste Asiático, el este de África, la zona tropical del continente americano y Chile, pero la alerta social ya ha desaparecido.
Por otra parte, los científicos piensan que esta gripe aún es capaz de proporcionar grandes sorpresas y protagonizar oleadas más virulentas.