La vacuna, fundamental en la lucha contra la meningitis

En el marco del VI Congreso de la Asociación Española de Vacunología (AEV) reconocidos expertos se han dado cita en un encuentro organizado por Novartis Vacunas & Diagnósticos para abordar los principales avances en la prevención y el tratamiento de la meningitis meningocócica B. La enfermedad meningocócica es una inflamación de las membranas que cubren el cerebro y la médula espinal, conocidas como meninges. Esta patología se debe principalmente a una infección por virus, bacterias u hongos, aunque también puede darse por intoxicaciones y agentes químicos.

Los expertos coinciden en que la manera más eficaz para prevenir y controlar la meningitis es mediante el empleo de vacunas. En la actualidad, el reto que afrontan los especialistas es el desarrollo de una vacuna eficaz y segura para la prevención de la meningitis meningocócia por serogrupo B, que representa el 90% de casos de meningitis. En este sentido, en el encuentro se han analizado los avances científicos y los retos de futuro en la vacunación para este serogrupo, en concreto.

Los lactantes, los niños de corta edad y los adolescentes son los colectivos de más vulnerabilidad ante la meningitis. Se trata de una enfermedad súbita y agresiva que se produce sin previo aviso en personas sanas y presenta un alto grado de letalidad. Prácticamente uno de cada 10 niños menores de 12 meses fallece después de contraer la enfermedad meningocócica, aunque se apliquen los cuidados médicos adecuados. No solo es la mortalidad el dato más preocupante, sino también las graves secuelas que pueden presentar los pacientes (pérdida de audición, retardo mental, amputaciones, etc.).

Además, los síntomas iniciales son similares a los de la gripe, como la fiebre o la cefalea intensa, lo que dificulta su detección. Los signos más claros para el diagnóstico, como la rigidez de nuca, los vómitos o la erupción petequial, no aparecen hasta una fase relativamente tardía de la enfermedad, entre las 13 y las 22 horas posteriores a los primeros síntomas.

La transmisión se produce de persona a persona por vía respiratoria, al toser o estornudar. Aunque las condiciones ambientales como hacinamiento y frío también influyen, siendo los ambientes familiares y escolares en los que se dan las condiciones más favorables para la transmisión.

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