Las personas que han intentado quitarse la vida vuelven a tener ideas suicidas cuando no están acompañadas. Es un colectivo al que le afecta, en mayor medida que al resto de la población, sentirse socialmente excluidos. Los trastornos de ánimo acarrean el mayor riesgo de suicidio, pero tratar dichas afecciones psiquiátricas no se corresponde con una reducción sustancial del suicidio.
Estas conclusiones corresponden a varios estudios presentados por el Dr. Philippe Courtet, presidente de la Asociación francesa de Psiquiatría Biológica, durante la conferencia "Subir el listón en el tratamiento del trastorno de conducta suicida" de la XVI Reunión de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría (SVNP) que se celebra en Bilbao, centrada en mejorar el abordaje terapéutico del riesgo suicida.
Esta inquietud de los psiquiatras por mejorar el abordaje terapéutico del riesgo de una conducta suicida viene dado, según explica el experto, porque "desde la década de los años 50 las tasas de suicidio no han disminuido a pesar del hecho de que se han producido decenas de medicamentos para las enfermedades mentales".
"El simple uso de antidepresivos no es suficiente para proteger del suicidio. Los trastornos del ánimo acarrean el mayor riesgo de suicidio, pero hay que reconocer que tratar dichas afecciones psiquiátricas no se corresponde con una reducción sustancial del suicidio", indica el experto.
En este contexto de mejora de los tratamientos para evitar conductas suicidas, el Dr. Courtet da a conocer que su equipo de trabajo en el Hospital Universitario de Montpellier (Francia) ha llevado a cabo varios estudios realizados en pacientes con episodios previos de suicidio con el objetivo principal de la disminución del riesgo de suicidio en situación aguda.
"En primer lugar, estudiamos una gran población de pacientes ambulatorios deprimidos a los que se les hizo un estrecho seguimiento durante seis semanas tras iniciar con ellos tratamientos con antidepresivos. Quienes tenían antecedentes de intento de suicidio o ideación suicida presentaron menos probabilidad de que la depresión remitiera tras ese periodo de tratamiento", explica.
Por otro lado, el experto ha descrito cómo en su hospital se realizó un estudio de imagen cerebral en el que se comparó tres grupos de personas: personas que tenían depresión relacionada con intento de suicidio; personas con depresión sin intento de suicidio; y un grupo sano, sin antecedentes psiquiátricos.
A todas estas personas se les realizó una prueba de escáner cerebral con resonancia magnética a la vez que jugaban a un videojuego en el que cada uno de ellos se enfrentaba a dos jugadores virtuales, haciéndoles creer que sus rivales eran sus otros compañeros de estudio, pero en realidad no lo eran. El juego consistía en pasarse una pelota entre todos pero a medida que el juego avanzaba la persona que estaba jugando no recibía la pelota porque los otros dos jugadores estaban jugando entre ellos, dejándole de lado, excluyéndole.
"El juego les indujo a una sensación de exclusión social. Se compararon las regiones cerebrales que estaban actividades durante las fases de exclusión entre los grupos. Fue interesante porque el grupo que respondió distinto fue el de los de riesgo suicida", destaca el especialista". "Los sujetos con intento de suicidio se diferenciaron de los dos otros grupos en la respuesta a la exclusión social que provocaba el juego al activarse una de las regiones cerebrales llamada ínsula, que es la región del dolor, lo que demuestra que a estas personas les afecta más el rechazo social", afirma.
Por último, Courtet ha dado a conocer otro estudio realizado en su hospital con un grupo de personas que intentó suicidarse. Una vez dados de alta, durante una semana tuvieron que llevar un teléfono móvil que sonaba cinco veces al día. En cada llamada, los pacientes tenían que responder a un cuestionario electrónico y decir qué estaban haciendo y como se sentían en cada momento (tristes, ansiosos, etc.).
"Con ello se analizaron los factores de emociones-medio ambientales que son predictores de ideas suicidas en las horas siguientes de dar el alta y concluimos que los pacientes cuando no están en compañía y están solos en su trabajo, en su casa, viendo la televisión o internet, etc., vuelven a tener ideas suicidas. Cuando están implicados de relaciones sociales están protegidos de las ideas suicidas", afirma el experto.
"En conclusión, restaurar la conexión social (llamadas telefónicas, sms, apps) y las estrategias farmacológicas o psicoterapéuticas que tienen como objetivo el alivio del dolor proporcionará un arsenal enriquecido para tratar pacientes suicidas", concluye el Dr. Courtet.