A día de hoy, se puede considerar que el cáncer colorrectal con mutación BRAFV600E se considera una entidad propia. Ya desde el año 2016 se está realizando esta determinación, siguiendo las recomendaciones de las guías europeas de manejo del cáncer colorrectal metastásico (CCM). "Son tumores con características clínicas y anatomopatológicas particulares que implican potencialmente peor pronóstico, resistencia a determinados tratamientos y mayor riesgo de rápida progresión".
Así ha descrito la oncóloga Elena Élez, del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona, las características de estos tumores y las implicaciones de la mutación del gen durante su intervención en el simposio satélite ‘Presente y futuro en el tratamiento de los tumores con CCR BRAF+' organizado por el laboratorio farmacéutico Pierre Fabre en el marco del 29 Simposio Internacional TTD Avances en el Tratamiento de Tumores Digestivos celebrado los días 16 y 17 de diciembre.
Otro aspecto importante para la doctora es que el hecho de que en este grupo de pacientes el tumor tenga esta mutación impide la respuesta a los tratamientos con anticuerpos anti-EGFR que, hasta entonces, era la recomendación que había para este perfil de paciente.
"Identificar esta mutación ha implicado generar una línea de investigación de desarrollo farmacológico que ha supuesto un cambio de paradigma, no solo en el tratamiento del cáncer de colon con mutación BRAF, sino en la gran mayoría de los tumores sólidos portadores de esta alteración molecular", ha indicado la especialista.
Al respecto, ha apuntado que ese paso fue "un cambio radical", puesto que clásicamente en los ensayos clínicos se incluía a los pacientes basándose en el origen del tumor y no en una mutación. "Lo que se ha visto es que, aunque en la inmensa mayoría de los tumores sólidos hay una respuesta al tratamiento con inhibidores de BRAF administrados en monoterapia, el cáncer colorrectal es distinto y se necesita asociar un anticuerpo anti-EGFR al tratamiento para lograr eficacia. Esto tiene mucho sentido desde el punto de vista biológico porque cuando usamos un inhibidor de BRAF en monoterapia lo que hacemos es activar una vía de señalización importante para estos tumores, que es lo que hacía que el tumor no respondiese al fármaco y, por ello, se debe bloquear de forma dual", ha apostillado.
En este sentido, ha resaltado la relevancia de los resultados del ensayo clínico BEACON. Se trata de un estudio dirigido a pacientes con cáncer colorrectal metastásico con mutación en BRAFV600E que hayan presentado resistencia a tratamiento de primera línea. En el mismo, se evaluó la eficacia de la combinación de un inhibidor de BRAF y un anticuerpo anti-EGFR (encorafenib y cetuximab, respectivamente) o bien asociar un tercer medicamento llamado binimetinib o lo que se consideraba la terapia estándar en el momento del desarrollo del ensayo (quimioterapia basada en irinotecán y cetuximab). "Este estudio demostró superioridad en todos los términos de eficacia a favor de la combinación que incluía terapia dirigida frente a la quimioterapia, aunque sin existir diferencias entre una doble o triple inhibición. Por ello, a día de hoy, encorafenib-cetuximab se trata de una combinación aprobada por FDA y EMA en este grupo de pacientes dado el beneficio significativo en supervivencia global, supervivencia libre de progresión y tasa de respuestas", ha subrayado la doctora Élez.
El impacto de la COVID-19 en los pacientes
Otro de los aspectos mencionados ha sido el impacto que la pandemia del SARS-CoV-2 ha tenido en el diagnóstico y tratamiento de estos tumores. En este sentido, ha señalado en primer lugar, que, sobre todo la primera ola, ha implicado un retraso en el diagnóstico de enfermedades oncológicas.
En cuanto a las lecciones aprendidas, la doctora Élez ha hecho hincapié en que la pandemia "nos ha mostrado que los recursos deben estar dimensionados para cualquier situación que pueda surgir sin que comprometa la atención óptima a otros niveles como en las enfermedades oncológicas."