Los expertos recomiendan someterse a una analítica clínica después del verano

Por un lado, los efectos que tienen sobre nuestro organismo los excesos propios del verano, en forma de cambios en la alimentación, en los horarios de descanso y en el ritmo de vida habitual. Por otro, el esfuerzo adicional que implica el regreso a la rutina y a las obligaciones del día a día. Para afrontar con tranquilidad las exigencias de un nuevo curso, también deberíamos someter nuestro estado de salud a un examen en septiembre. Así lo recomienda el Dr. Andrés Guerrero, especialista en Medicina General de tuMédico.es, que considera "que es un mes idóneo para realizar un chequeo analítico".

"Un análisis de laboratorio es una prueba muy útil para detectar cualquier alteración que requiera un seguimiento. Un valor anómalo no indica por sí solo que existe un problema, pero permite activar un mecanismo de control para descartar o diagnosticar a tiempo una patología", explica el Dr. Guerrero. En cualquier caso, hay que dejar en manos de un profesional la interpretación de los resultados y el chequeo deberá ir siempre acompañado de una exploración física y de una historia clínica rigurosa por parte de un médico de familia.

Además, la edad y el sexo condicionan el tipo de análisis clínico más aconsejable para cada persona. Estas son las pautas a tener en cuenta para saber qué prueba es la más idónea para las diferentes etapas de la vida:

Hasta los 25 años.

Un perfil básico, que consiste en un análisis de sangre y de orina que estudia los valores imprescindibles para ofrecer una idea global del estado de salud. Recomendado para aquellos jóvenes sin ningún antecedente por enfermedad ni factores de riesgo como herencia familiar, sobrepeso o una alimentación incorrecta.

El estudio de la muestra de sangre incluye un hemograma, que observa los niveles de concentración de todos los componentes de la sangre –hemoglobina, glóbulos rojos o hematíes, plaquetas y glóbulos blancos o leucocitos, entre otros–; sideremia, para controlar la cantidad de hierro que circula por la sangre y descartar una posible anemia ferropénica; la glucemia, para medir la glucosa; el cálculo del colesterol bueno (HDL) y malo (LDL); la función renal a partir de la concentración de creatinina; y el análisis de las transaminasas (GOT y GPT), que determinan el correcto funcionamiento del hígado.

Se completa con un análisis de una muestra de orina con sedimento, para observar el PH y la posible presencia de bacterias, cristales o sangre, así como para comprobar la normalidad de las células.

Estos valores son suficientes para detectar tendencias y poder prevenir la aparición de una patología, "excepto si existen factores de riesgo o antecedentes de familiares de patologías cardiovasculares o endocrino-metabólicas", señala el Dr. Guerrero.

Hasta los 45 años.

Un perfil general, siempre que la persona no tenga antecedentes de enfermedades o algún factor de riesgo como el consumo de alcohol o tabaco, vida sedentaria o herencia familiar.

Al análisis básico se suman nuevos parámetros que aportan información adicional. En la analítica de sangre se añade la detección de triglicéridos, un tipo de grasas que en concentraciones elevadas aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, y de niveles altos de ácido úrico, que pueden desencadenar gota o daño renal. También se incluye una función hepática más completa al estudiar la GGT, una enzima que puede alertar sobre daños hepáticos, del páncreas o de la vía biliar

Mayores de 45 años.

El Dr. Guerrero recuerda que, "a partir de esta edad, los chequeos y los controles clínicos se vuelven imprescindibles, especialmente para detectar problemas cardiovasculares y tumorales". Además, el tipo de prueba estándar varía en función del sexo del paciente.

En el caso de las mujeres, se aconseja realizar una analítica que mida la hormona estimulante de la tiroides TSH para vigilar el correcto funcionamiento de esta glándula. Asimismo, es necesario observar los valores de proteínas totales (albúmina y globulina); de fosfatasa alcalina y de CEA (antígeno carcinoembriónico), que pueden servir para orientar sobre problemas nutricionales, óseos o tumorales.

A estas edades, los hombres deben someterse a una analítica que incluya el estudio del PSA (antígeno prostático específico), una proteína de la próstata cuya presencia en valores elevados en sangre permite hacer un seguimiento, junto a los síntomas clínicos, para el diagnóstico del cáncer de próstata y determinar futuros controles.

La velocidad de sedimentación globular es otro indicador que debe incluir el chequeo analítico de este grupo de edad, tanto en hombres como en mujeres, para identificar determinadas enfermedades infecciosas, inflamatorias y seguir ciertas patologías crónicas.

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