La tradición de celebrar el Día de los Inocentes con bromas procede de la Edad Media cuando, en los últimos días de cada año, tenía lugar un rito pagano, llamado "La fiesta de los locos", que la Iglesia Católica quiso cristianizar uniéndola a la celebración del Día de los Santos Inocentes.
El buen humor y la risa desencadenan reacciones en el organismo que liberan al torrente sanguíneo unas sustancias llamadas endorfinas, que son semejantes a ciertas drogas lúdicas que provocan felicidad. También se liberan neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina o la adrenalina, que son mediadores entre las neuronas y que producen bienestar al incrementar la actividad cerebral.
La risa es beneficiosa para luchar contra el estrés y la depresión ya que modifica nuestro organismo al producir la movilización de muchos músculos que habitualmente están inactivos, actúa masajeando la columna vertebral, en concreto, las cervicales, estimula el bazo, elimina toxinas, moviliza el diafragma de modo que se estimula el aparato digestivo, mejorando la digestión, y masajea los pulmones, incrementando la oxigenación del cuerpo.
Fue Norman Cousins en 1979, en su libro "Anatomía de una enfermedad", el primero en exponer la relación entre humor y salud. El autor se había recuperado de una enfermedad de los tejidos conjuntivos con la ayuda de la risa, viendo películas de los hermanos Marx.
Posteriormente, el Dr. Lee Berk, profesor de Patología en la Universidad de Loma Linda, en California, que es uno de los principales investigadores en el mundo sobre la salud y buen humor, realizó estudios en este sentido y comprobó que las personas, tras ver videos cómicos, sufrían reducciones en las concentraciones de hormonas, que se manifiestan durante las reacciones de tensión, y un incremento en la respuesta inmune.