Un mayor conocimiento de la composición de la leche materna y los hábitos saludables desde la infancia marcarán la nutrición del futuro

Los avances en el conocimiento de la composición de la leche materna ha sido uno de los temas más destacados de la IX Jornada Científica Internacional de la Cátedra Ordesa, que se ha celebrado esta semana en Marbella (Málaga), bajo el título "Impacto de la nutrición infantil en la salud presente y futura".

En la conferencia inaugural el Dr. Berthold Koletzko, profesor de Pediatría de la Ludwig-Maximiliam University of Munich, presidente de la Academia Europea de Pediatría (EAP) y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada, ha expuesto los últimos avances en el conocimiento de los compuestos bioactivos que ya han sido identificados en la leche materna y que pueden jugar un papel regulador en el desarrollo del lactante, así como contribuir a prevenir enfermedades como la diabetes tipo 2, la obesidad, enfermedades autoinmunes o, incluso, el cáncer.

La leche materna es considerada, sin ninguna duda, el gold standard en la nutrición infantil. Sin embargo, no siempre es posible su utilización y por eso se investiga para encontrar fórmulas infantiles que, en la medida de lo posible, puedan aportar beneficios similares. Estos avances se basan en la incorporación de compuestos que repliquen los efectos beneficiosos de la leche materna.

Según el Dr. Koletzko no pueden extenderse recomendaciones generales en la nutrición infantil y ha defendido la necesidad de ir hacía un modelo más personalizado. "La leche materna es un sistema biológico complejo, en el que influye la biología de la madre, pero también el entorno o las infecciones y procesos inflamatorios que se pueden producir durante la lactancia. Del mismo modo, el lactante también es muy variable. Todo actúa de "forma interconectada", ha señalado.

La microbiota podría tener código postal

Según los datos presentados por la Dra. Catherine Stanton, investigadora del Teagasc Food Research Centre y APC Microbiome de Cork (Irlanda), la edad, el estado socioeconómico y el lugar donde se reside pueden diferenciar nuestra microbiota intestinal. Cuando nacemos, la formación de nuestra microbiota será diferente según si tenemos una cesárea o un parto vaginal, en el que se produce una transmisión vertical de la microbiota de la madre al bebé a través del canal del parto. Además, a medida que crecemos nuestra microbiota irá evolucionando por diferentes factores de nuestro entorno, nuestra vida, la toma de algunos medicamentos como antibóticos, el proceso de envejecimiento, etc.

Según ha presentado la Dra. Stanton, "nuestro microbioma puede ser maleable a la largo de nuestra vida y está totalmente vinculada con la salud humana". Incluso nuestro microbioma está influenciado por factores perinatales, durante el embarazo e incluso factores maternos previos a la gestación.

La Dra. Cristina Campoy, profesora de Pediatría de la Universidad de Granada y Directora de la Cátedra Ordesa de Nutrición Infantil, ha mostrado los resultados del estudio EarlyTOLERA, donde se han analizado los efectos de una nueva fórmula infantil sobre el desarrollo del sistema inmune del bebé durante el primer año de vida. "A través de la leche materna recibimos una serie de compuestos que pueden ser inmunoprotectores y que van a ayudar a reforzar nuestra inmunidad. Esto nos protege frente a las infecciones en general y a nivel gastrointestinal y favorece la maduración del sistema digestivo", ha explicado.

El estudio ha demostrado que con la adición de una combinación de compuestos bioactivos entre los que se encontraban la membrana del glóbulo graso de la leche (MFGM), la 2'FL (HMO) y osteopontina a las leches infantiles, los bebés mostraban unos beneficios similares a los obtenidos con la leche materna en cuanto a la prevención de infecciones y del desarrollo del sistema inmune.

El uso inadecuado y excesivo de las pantallas

Otro de los temas que ha centrado una de las mesas de la jornada ha sido el efecto de las nuevas tecnologías sobre la salud infantil como las consecuencias del llamado "chupete digital", y como el uso de las pantallas puede alterar en los más pequeños los hábitos de sueño o alimentación.

Según los datos que ha facilitado el Dr. José Luis Matalí Costa, jefe de Sección de Psicología y Consultas Externas del Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, el tiempo de pantalla diario en niños de 3 a 5 años se sitúa en 154 minutos al día y asciende a más de 200 minutos a partir de los 6 años. Estas cifras superan ampliamente las recomendaciones de la mayoría de las organizaciones de no superar las 2 horas al día.

El Dr. Matalí ha expuesto cómo estos hábitos pueden afectar al desarrollo cognitivo, las habilidades sociales y la salud emocional de los pequeños. Entre las recomendaciones que ha planteado se encuentran "no comer delante de las pantallas, ni establecerlas como rutina de ocio, y fomentar una mayor desconexión digital de toda la familia, fomentando los espacios de convivencia y de charla. A los niños pequeños les hemos de dedicar atención plena" recordando que también es importante la actitud de las familias y el ejemplo que dan a los más pequeños a la hora de no hacer un uso abusivo de las pantallas.

Por su parte, la Dra. María Izquierdo, Catedrática del Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria de la Universidad de Barcelona, ha presentado el estudio reciente que han realizado en colaboración con Laboratorios Ordesa, que relaciona como la combinación de ver pantallas (televisión, móvil o tablets) antes de ir a dormir y acostarse tarde aumenta el riesgo de obesidad y empeora la calidad de la dieta en la infancia. Uno de los posibles mecanismos que pueden explicar la relación entre el sobrepeso y unos horarios más nocturnos es que, si el niño o la niña permanecen más tiempo despiertos, entonces aumenta la probabilidad y el periodo durante el cual se pueden ingerir más alimentos. Además, "aquellos niños que se iban a dormir más tarde también dormían menos horas por la noche, algo que se ha relacionado con una mayor sensibilidad a los estímulos de la comida y con ello, la sensación de placer que potencia. Cuando no dormimos lo suficiente, solemos escoger alimentos más apetecibles (ricos en grasas y/o azúcares) pero que son poco saludables, ya que nos producen sensaciones placenteras que nos "compensan", de alguna forma, el cansancio o el malestar que podemos sentir por no haber descansado bien".

La exposición a las pantallas también es un hábito que favorece un aumento en la ingesta de los alimentos. "Cuando nuestra atención está centrada en lo que estamos viendo, tendemos a comer más, ya que nuestra sensación de saciedad disminuye", ha añadido la Dra. Izquierdo.

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