El cáncer es 2,7 veces más frecuente en adolescentes y adultos jóvenes que en niños menores de 15 años. Sin embargo, mientras que en las últimas décadas los avances en la supervivencia han sido muy importantes en la población infantil, el pronóstico del cáncer en adolescentes y adultos jóvenes ha mejorado solo discretamente. Los retos en el tratamiento del cáncer de los adolescentes y adultos jóvenes se abordarán en ESMO 2014, el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica, que se celebrará en Madrid del 26 al 30 de septiembre.
La causa de esta diferencia de pronóstico es multifactorial: "Existen diferencias en la biología del tumor, la tolerancia y la respuesta al tratamiento. Pero, además, hay una formación insuficiente del personal sanitario que trata estas patologías que están en la frontera entre el cáncer pediátrico y el cáncer en adultos por su baja incidencia, un retraso diagnóstico frente a otros grupos de edad, problemas de adherencia, así como la escasez de protocolos de tratamiento y ensayos clínicos específicos para adolescentes y adultos", repasa el doctor Álvaro Lassaletta, del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica del Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid y coordinador del comité de adolescentes de la Sociedad Española de Hematología y Oncología Pediátricas (SEHOP).
En España se diagnostican cada año aproximadamente 2.000 y 3.000 nuevos casos de cáncer entre la población de 15 a 29 años y constituyen la segunda causa de mortalidad tras los accidentes. "Los tumores más frecuentes en adultos jóvenes son las neoplasias hematológicas y los tumores germinales. En cuanto a tumores sólidos, los más frecuentes son los sarcomas en ambos sexos y el cáncer de mama y el melanoma en mujeres", ha indicado la doctora Anabel Ballesteros, del Servicio de Oncología del Hospital Universitario de La Princesa, en Madrid, y miembro de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
En España los adolescentes y adultos jóvenes con tumores malignos "son tratados de manera heterogénea", explica el doctor Lassaletta. "No contamos con un registro nacional unificado que permita cuantificar la magnitud e impacto de la enfermedad en este grupo", añade, explicando que el objetivo del comité de adolescentes de la Sociedad Española de Hematología y Oncología Pediátricas (SEHOP) es establecerlo, así como desarrollar unidades específicas en los grandes hospitales para este subgrupo. "Probablemente la centralización de cuidados y la promoción de nuevos ensayos clínicos, con una estrecha colaboración entre pediatras y oncólogos médicos, permita mejorar el tratamiento y la supervivencia, sin olvidar las necesidades especiales de estos pacientes", añade.
Necesidades especiales
El adolescente y adulto joven con cáncer presenta unas necesidades específicas con respecto a otros grupos, tanto en el ámbito psicosocial, como la preservación de su fertilidad frente a los efectos secundarios derivados del tratamiento oncológico.
"El impacto del diagnóstico del cáncer en el paciente adolescente y joven es muy superior al que se produce en otras edades. La necesidad de hospitalizaciones frecuentes y cuidados favorece la vuelta a la dependencia familiar. Puede existir un sentimiento de aislamiento social en una etapa en la que la aceptación dentro del grupo es crucial. Este hecho se ve favorecido por los cambios que se producen en la imagen corporal, como alopecia, alteraciones cutáneas, ganancia o pérdida de peso y secuelas derivadas de la cirugía que pueden afectar la autoestima", comenta el doctor Lassaletta.
Por otro lado, "la infertilidad es una de las secuelas tardías más importantes en los adultos jóvenes con cáncer. Dependiendo del tipo de tumor y del tratamiento empleado, se puede ver afectada tanto en hombres como en mujeres", explica la doctora Ballesteros.
No obstante, existen mecanismos para preservarla: "En varones se utiliza la criopreservación del semen, que consiste en la congelación de varias muestras previas al inicio del tratamiento oncológico. Es una técnica sencilla y con resultados muy buenos a largo plazo. En cuanto a la mujer, el procedimiento es más complicado que en varones. La conducta más frecuente es la realización de intervenciones conservadoras del aparato genital, cuando el tratamiento correcto de la enfermedad lo permite. En otros casos en los que la enfermedad no asienta en el aparato genital pero su tratamiento puede lesionarlo, las técnicas de reproducción asistida han permitido desarrollar estrategias como la protección farmacológica del ovario, la congelación de embriones u ovocitos, y la cripreservación y trasplante posterior de tejido ovárico", concluye la doctora Ballesteros.