Las grasas trans (AGt) llevan, desde hace años, centrando gran parte del debate en torno al impacto de determinados tipos de grasas en la salud, fundamentalmente debido a los riesgos cardiovasculares que conllevan. El efecto negativo de estas grasas se debe principalmente a que, consumidas en exceso, producen alteraciones en el metabolismo de las lipoproteínas. Su ingesta está relacionada con el aumento de la concentración del colesterol total y el colesterol LDL (o "malo") en sangre y con la disminución del colesterol HDL o "bueno", suponiendo un factor de riesgo cardiovascular.
La Organización Mundial de la Salud ya viene indicando desde hace tiempo que es importante controlar las grasas a ingerir: su consumo se limita al 30% de la energía diaria ingerida, pero es fundamental que sean del tipo adecuado. En este sentido, recomienda que dos tercios de la grasa que tomamos sean grasas insaturadas, presentes en pescados azules, frutos secos, aceites vegetales y derivados como las margarinas, y como máximo un tercio provenga de grasas saturadas, que se encuentran mayoritariamente en productos de origen animal. Si se siguen estas recomendaciones, la ingesta de grasas trans también se vería reducida.
En los últimos meses han surgido diversos debates en torno a la presencia de grasas trans en la alimentación diaria y la necesidad de reducirlas al máximo. Uno de los primeros organismos en pedir una regulación específica fue la Food and Drug Administration (FDA), que anunció la obligatoriedad de la industria alimenticia estadounidense de reducir la presencia de estas grasas en sus productos procesados a un nivel inferior al 2%. Por su parte, el British Medical Journal publicó hace algunas semanas un exhaustivo informe en el que se reiteraban los riesgos cardiovasculares de la ingesta de AGt.
Ahora, ha sido la Comisión Europea la encargada de publicar, esta misma semana, un exhaustivo informe en el que se ha prestado especial atención a la presencia de estas grasas en los alimentos. Según este estudio, la Comisión concluye que un límite legal para las grasas trans de origen industrial sería la medida más efectiva en términos de salud pública. La Comisión añade que es preciso obtener mayor información, y es por ello que lanzará una consulta pública que le permitirá tener un análisis del impacto de la posible medida.
Adaptación de la industria alimentaria
Varias compañías alimentarias llevan ya tiempo trabajando en este cambio, llevando a cabo modificaciones en sus procesos productivos con el fin de reducir al máximo su presencia.
"Unilever es una de las empresas pioneras en la reducción de las grasas trans en Europa. Las margarinas son un ejemplo de cómo la industria ha sabido buscar alternativas. Desde los 90' los procesos de elaboración se han modificado para evitar la hidrogenación parcial, proceso que sí producía este tipo de grasa. Por este motivo estamos dispuestos a colaborar con la Comisión Europea en el establecimiento de estos límites, tan importantes para garantizar una alimentación más saludable", ha afirmado Ana Palencia, Directora de Comunicación de Unilever España.
En 2012, Unilever fue un paso más allá y cumplió uno de los objetivos prioritarios de su Plan de Sostenibilidad: la eliminación de las grasas trans procedentes de hidrogenación parcial del 100% de los productos de la compañía.
Es en parte debido a los esfuerzos de la industria que, en la actualidad, la ingesta de AGt ha descendido a niveles inferiores al 1% de la ingesta calórica. La Agencia Española de Consumo Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) ha señalado en varias ocasiones que, en base a datos de la alimentación española y a los contenidos de AGt en los alimentos, la ingesta estimada es inferior al 0,7% del aporte calórico total.