Los corticoides, pese a su gran utilidad, pueden tener diferentes efectos adversos, especialmente cuando se utilizan en tratamientos prolongados y a dosis altas.
A bajas dosis y en tratamientos de corta duración los efectos adversos de lestos medicamentos son en general leves y poco frecuentes. Ocasionalmente pueden producir:
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Retención de líquidos y, como consecuencia hinchazón, en diferentes zonas del cuerpo (muy apreciable en la cara)
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Aumento de apetito
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Ansiedad
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Alteraciones de la menstruación
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Problemas en la fijación del calcio en los huesos
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Aumento de la presión arterial
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Retraso en la cicatrización de heridas
Además, estos fármacos pueden alterar en una analítica los niveles de colesterol, glucosa, calcio, potasio y hormonas tiroideas, por lo que debe avisarse de que se está tomando un medicamento de este tipo cuando se va a someter a un análisis de sangre u orina.
A altas dosis y en tratamientos prolongados los efectos adversos pueden ser más graves:
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Dificulta la respuesta del organismo y el tratamiento de posibles procesos infecciosos
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Disminución de la masa ósea y predisposición a sufrir una fractura
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Acumulación de grasa corporal
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Gastritis
Por otra parte, los corticoides están contraindicados ante enfermedades como la diabetes, enfermedad cardiaca congestiva, tuberculosis, herpes ocular, gastritis, úlcera gastroduodenal, infecciones víricas y fúngicas, etc.
Todos estos efectos adversos implican una serie de recomendaciones importantes a la hora de utilizar los corticoides:
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No hay que automedicarse con estos fármacos, ya que son de prescripción médica
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Deben seguirse estrictamente las pautas de tratamientos determinadas por el médico
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No debe suspenderse el tratamiento sin la autorización del médico, pues la retirada del fármaco debe hacerse de forma gradual