Los efectos adversos más frecuentes de los medicamentos ergóticos suelen ser vasoconstricción, náuseas y vómitos. Sin embargo, en 2004, la Agencia Europea del Medicamento (EMEA), alertó sobre los riesgos asociados al uso prolongado de estos fármacos (fundamentalmente pergolida, cabergolina y bromocriptina), ya que pueden dañar gravemente las válvulas cardíacas al producir fibrosis. Esto ha llevado a establecer la contraindicación de estos fármacos para pacientes con fibrosis y a establecer un seguimiento de aquellos que están en tratamiento con ellos para la Enfermedad de Parkinson, que implica la realización de un ecocardiograma al inicio del mismo y después cada tres o seis meses.
Asimismo, en el caso de la ergotamina y la dihidroergotamina los expertos advierten sobre los riesgos asociados a su uso en pacientes con enfermedades cardiovasculares, ya que aumentan las posibilidades de que estos sufran un infarto o un ictus. Asimismo, los medicamentos ergóticos no se deben utilizar junto a determinados antibióticos macrólidos, antifúngicos e inhibidores de la proteasa, ya que pueden producir ergotismo. El ergotismo se caracteriza por un vasoespasmo que puede provocar isquemia cerebral o periférica, así como la necrosis de tejidos y la aparición de gangrena, principalmente en las piernas. Parte de estos efectos adversos se han detectado en pacientes automedicados.