El 40% de los pacientes ingresados con COVID-19 tiene antecedentes cardiovasculares

Las enfermedades cardiovasculares, como la insuficiencia cardiaca o las arritmias, son la comorbilidad más frecuente en los pacientes afectados por la COVID-19

El 14 de marzo se celebra el Día Europeo de Prevención del Riesgo Cardiovascular, una efeméride que, necesariamente, tiene este año como protagonista a la COVID-19. Tal y como explica el Dr. Mateo Calvo San Juan, cardiólogo de la compañía aseguradora de salud IMQ, que ha trabajado más de dos décadas en prevención del riesgo cardiovascular, "en la actualidad se desconoce si tener una enfermedad cardiaca facilita el contagio, aunque los estudios apuntan a que no parece probable. Lo que sí sabemos es que las personas con enfermedades cardiacas pueden tener peor pronóstico cuando se infectan por el coronavirus".

Según declara, "un metaanálisis efectuado hace escasos meses con 378.043 pacientes con diagnóstico confirmado de infección por coronavirus, de distintos hospitales de España, puso de manifiesto que los pacientes con enfermedad cardiovascular presentan un riesgo cinco veces superior de muerte".

Por otro lado, entre los pacientes ingresados con coronavirus, "el porcentaje de personas con antecedentes cardiovasculares llega hasta el 40 %, incluyendo enfermedad cardiovascular (15 %), hipertensión (15 %) y diabetes (20 %)".

Las enfermedades cardiovasculares, como la insuficiencia cardiaca o las arritmias, son la comorbilidad más frecuente en los pacientes afectados por la COVID-19. "Están presentes en todas las fases de la enfermedad y condicionan la mortalidad", apunta el Dr. Calvo.

Además, "aspectos como una edad mayor de 60 años, el sexo masculino y la presencia de comorbilidades son los principales factores asociados a la gravedad del cuadro por SARS-CoV-2 y a la mortalidad. Se ha visto que los pacientes con patología cardiovascular previa (hipertensión arterial, diabetes mellitus o cardiopatía previa) y los pacientes con obesidad presentan peor pronóstico", explica el cardiólogo.

Asimismo, en este año marcado por el coronavirus, se ha confirmado "el tremendo impacto sobre la letalidad que sigue teniendo el infarto agudo de miocardio, que ha multiplicado por dos los fallecimientos intrahospitalarios durante la pandemia frente al periodo previo. Es necesario apuntar que los factores de riesgo cardiovascular clásicos, como la diabetes y la hipertensión arterial, también se asociaron a la mortalidad en pacientes infectados con el SARS-CoV-2".

Según llama la atención el doctor, "los pacientes con infarto agudo de miocardio no acuden a las consultas de cardiología o lo hacen tarde". Estudios publicados en el Journal of the American College of Cardiology, cuantifican el impacto de la pandemia en la atención a pacientes con enfermedad cardiovascular. "En varios estudios realizados en diversos países del mundo se ha observado que habían descendido entre el 40 y el 50 % las hospitalizaciones por infarto agudo de miocardio en los meses iniciales de la pandemia. Esta circunstancia, según apuntan los autores, ha sido la razón del incremento de mortalidad: los pacientes no acudieron al hospital al inicio de los síntomas y de ahí el resultado de incremento de mortalidad y del repunte de las complicaciones posteriores".

El incremento de la mortalidad de las enfermedades cardiovasculares por la pandemia de COVID-19 "atiende a más factores que se han de tener en cuenta. Por ejemplo, es evidente el miedo que ha existido y todavía existe del paciente cardiópata a acudir a servicios de emergencias hospitalarias cuando nota los primeros síntomas o síntomas leves de infarto. Incluso el miedo a ser trasladado en una ambulancia".

Otros factores se refieren a la cancelación de las visitas ambulatorias regulares de los pacientes con cardiopatías crónicas en centros de nivel terciario de toda Europa, para centrar los recursos en la lucha contra la pandemia. "Como consecuencia, esta cancelación ha podido conducir a que se retrase el diagnóstico de las complicaciones de la cardiopatía de base y, por lo tanto, su tratamiento adecuado, con un posible efecto directo en la morbilidad y la mortalidad".

El experto aboga por que las consultas presenciales programadas se transformen en visitas telefónicas o a través de Internet. "Hay una amplia variedad de datos clínicos, como la inspección visual, los sonidos auscultatorios, los parámetros fisiológicos y las imágenes de ecocardiografía, que pueden transmitirse en tiempo real a través de aplicaciones de telemedicina, lo cual facilita un diagnóstico exacto, una toma de decisiones eficaz y un mejor acceso a la opinión de los especialistas".

Sin embargo, el doctor recuerda que los especialistas deben considerar que "habitualmente, los síntomas de los pacientes con valvulopatías crónicas son progresivos y de instauración lenta", de ahí la dificultad de realizar consultas telemáticas "en pacientes con valvulopatías o enfermedad aórtica, donde es necesaria la realización de pruebas de imagen para la toma de decisiones". Por otro lado, "la tecnología telemática puede ser problemática en los pacientes de edad no familiarizados con su uso".

Por último, Calvo ha concluido señalando que, "como cualquier infección, el coronavirus produce una sobrecarga para el corazón. También puede producir un daño directo infeccioso e inflamatorio sobre el músculo cardiaco (miocarditis), que dependiendo de la afectación de base puede empeorar el pronóstico del paciente. Esa inflamación puede también alterar las capas del endotelio de las arterias (vasculitis), provocando una inestabilidad de las placas de ateroma, que se desprenden y pueden causar un infarto. Por último, la COVID-19 lleva asociada una tendencia a producir trastornos en la coagulación (trombosis), que han originado en este tipo de pacientes embolismos pulmonares o trombosis venosas, bien durante la hospitalización o incluso tras el alta".

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