El 74% de peregrinos que realizan el Camino de Santiago presenta alguna lesión ampollosa en el pie después de realizar varias etapas. Así se desprende de un estudio sobre los factores de riesgo asociados a la aparición de lesiones dermatológicas en el pie durante la práctica del senderismo liderado por la profesora de Podología de la Universidad Miguel Hernández de Elche, Esther Chicharro-Luna, con la colaboración de las Universidades de Extremadura y Málaga y difundido por el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos.
La localización más frecuente de las ampollas fue en el metatarso del primer y segundo dedo y en el quinto dedo (meñique).
Las conclusiones principales de la investigación son que el tipo de terreno por el que se camina es un factor determinante en la aparición de ampollas y existe menos riesgo si se camina por tierra que por asfalto y que el uso de ortesis plantares (plantillas personalizadas) y el control de la humedad son factores que deben tenerse en cuenta como medida preventiva, ya que tener los calcetines mojados al finalizar la etapa se comprobó que es un factor de riesgo.
Esta estudio tiene su interés porque la ampolla es la lesión dérmica más frecuente durante la práctica deportiva. Constituye hasta el 64% de las quejas médicas en los excursionistas.
Así pues, el objetivo de este estudio fue determinar qué factores influyen en la aparición de estas lesiones en largas caminatas, para que el deportista pueda establecer medidas de prevención adecuadas que disminuyan su prevalencia y ayuden a mejorar la calidad del ejercicio físico.
El 65,9% de los peregrinos había realizado entrenamiento previo durante los meses anteriores y "caminar" había sido la actividad física más frecuente.
El 74% presentó alguna lesión ampollosa en el pie después de realizar varias etapas de senderismo. La zona más afectada fueron los dedos (38,1%), seguido de las cabezas metatarsales (más prevalentes la 1ª y 2ª), talón y 5º dedo (meñique).
El calzado más utilizado fue el zapato de trekking (38,1%), seguido de la bota de trekking (19,7%) y la zapatilla deportiva (17,8%). Fue nuevo o puesto menos de diez veces en el 38,7% de los casos. El 41,9% llevaba un calzado con membrana impermeable, a pesar de que el estudio fue realizado en verano donde la incidencia de lluvia fue baja. El peso medio del calzado fue 369 gramos. El 45,1% utilizaron bastón para caminar. El peso medio de la mochila fue de 7,63 kilos.
En relación a la hidratación, los participantes ingirieron una media de 2,19 litros al día. La hidratación diaria local mediante la aplicación de cremas y/o vaselina se produjo en el 51,7% de los peregrinos.
El 47,9% refirió tener los calcetines húmedos mientras caminaba, pero solo el 20,3% se los cambiaron por otros secos durante la jornada de senderismo y, únicamente, el 17,1% utilizaba diariamente algún tratamiento para la hiperhidrosis (antitranspirante).
El índice de postura del pie (FFI) derecho fue patológico en el 32,4% de los caminantes: pie pronado (20%), altamente pronado (1%) y supinado (11,4%).
En el pie izquierdo, los datos encontrados son similares: el FFI fue patológico en un 29,2%, con un pie pronado (18,4%), altamente pronado (1%) y supinado (9,8). Sin embargo, a pesar de la presencia de alteraciones en la posición del pie, solo el 7,9% llevaba ortesis plantares a medida.
En el análisis bivariante se encontró únicamente asociación estadísticamente significativa con la aparición de ampollas, la utilización de ortesis plantares y la presencia de calcetines mojados al finalizar la caminata. No hubo asociación con el tipo de pie, el peso de la mochila, la hidratación del pie o el tipo de calzado utilizado.
La regresión logística mostró el número de kilómetros andados sobre asfalto y la presencia de calcetines mojados al finalizar la etapa como factores de riesgo en la aparición de lesión. Por el contrario, fueron factores protectores el número de kilómetros caminados sobre superficie de tierra y el uso de ortesis plantares individualizadas.
El objetivo de este estudio fue determinar qué factores influyen en la aparición de estas lesiones en largas caminatas. Este estudio muestra que las lesiones ampollosas están presentes en 74% de los pacientes atendidos, lo cual está en consonancia con otros estudios publicados. La localización más frecuente fue el quinto dedo (meñique) y la primera y segunda cabezas metatarsales en ambos pies. En esta investigación, la afectación fue por igual en ambos sexos, a pesar de que algunos autores hablan de una mayor prevalencia de ampollas en el sexo femenino.
Respecto a los factores de riesgo, al igual que en este estudio, prácticamente todos los autores están de acuerdo en que la humedad supone un mayor riesgo en la formación de ampollas. El estudio no determina que el uso de crema hidratante y/o antitranspirante diario sea un factor protector de lesión, aunque sí se ha observado que la presencia de calcetines mojados al finalizar la actividad supone un mayor riesgo para el deportista. Por ello, se recomienda el cambio de calcetines al menos una vez en largas caminatas, para mantener el pie seco, y con mayor frecuencia en caso de que llueva durante la actividad.
En relación a la presencia de deformidades en el pie, no se ha encontrado asociación entre la posición del pie (pronada, supinada o neutra) y una mayor probabilidad de presentar ampollas. Sin embargo, otros estudios han determinado que la forma de los dedos y de la zona metatarsal pueden influir en una mayor predisposición a lesiones dérmicas.
También es fundamental elegir el calzado en función del tipo de suelo por el que se va a realizar el senderismo. Aunque en este estudio no se ha encontrado relación entre la aparición de lesiones y la utilización de un determinado calzado (bota, zapatilla o sandalia de trekking), la profesora Chicharro-Luna cree que "es importante la elección del material de la suela, debido a que el estudio confirma que caminar muchos kilómetros por asfalto supone un mayor riesgo de lesión, posiblemente debido a la dureza del terreno y la temperatura del mismo". "La utilización de suelas con sistemas de amortiguación que distribuyan las presiones o canales de ventilación que ayuden a disminuir la temperatura del interior del calzado, podrían minimizar este riesgo".
En relación al peso de la mochila, según Esther Chicharro-Luna "puede ser un factor importante en la aparición de parestesias en el miembro inferior, afectación muscular o afectación de la articulación lumbosacra (entre la vértebra lumbar inferior y el hueso sacro), pero en este estudio no fue significativo para la presencia de lesiones ampollosas". Sin embargo, la utilización de una mochila con excesivo peso altera la marcha, reduce la estabilidad en dinámica y aumenta el riesgo de caídas. Se recomienda no aumentar el peso de la mochila por encima del 14% de peso corporal para evitar cambios significativos en la fuerzas de reacción del suelo.
Determinar los factores de riesgo en la aparición de lesión, permitiría establecer medidas preventivas para disminuir la incidencia de patologías, mejorando la percepción de la actividad física y el rendimiento deportivo en el deportista.