Cada día mueren en España 140 personas con dolor y sufrimiento, perfectamente evitable si hubieran sido atendidos por equipos específicos de cuidados paliativos. Según un reciente informe (Directorio SECPAL 2105), actualmente sólo se está atendiendo a la mitad de los enfermos que necesitan recibir cuidados paliativos (alrededor de 51.800 personas atendidas al año frente a 105.268 que serían susceptibles de esta atención, para una población de 46,6 millones de habitantes).
Este evidente déficit de la atención sanitaria en la fase terminal de la vida se debe a la incapacidad, cuando no indiferencia, de las autoridades políticas responsables, en los diferentes niveles de la organización de nuestro sistema sanitario, para proveer esta atención de manera efectiva y con criterios de calidad. El informe antes citado es sobradamente elocuente para poner en evidencia los sofismas con que a menudo se suele enmascarar la realidad de los escasos recursos dedicados en nuestra sociedad a la atención paliativa.
Desde que hace 25 años empezó el desarrollo de los cuidados paliativos en España hemos asistido a una serie de declaraciones de intenciones de los responsables de la sanidad, tanto del Gobierno de la nación como de las Comunidades Autónomas, donde, salvando contadas excepciones, se han incumplido, una y otra vez, las promesas realizadas al respecto.
Consideramos que ha llegado el momento de explicar a la sociedad española que la falta de responsabilidad de quienes han ostentado cargos relacionados con esta materia está teniendo graves consecuencias en forma de sufrimientos evitables en muchas personas, demasiadas, que están en el final de su vida.
Igualmente preocupante es la situación cuando se analiza el programa de los partidos políticos en referencia a esta cuestión, donde lo más ilustrado que se puede leer son propuestas encaminadas a la legislación de la eutanasia y del suicidio asistido, escondiendo así la insuficiencia política de quienes no son capaces de desarrollar la adecuada asistencia sanitaria al final de la vida. Es significativo, a la vez que alarmante, que ningún partido político garantice una asistencia de calidad en la fase terminal de una enfermedad.
Aunque estamos acostumbrados al incumplimiento de los programas electorales, es la hora de exigir que los partidos políticos se esfuercen por estudiar y conocer las necesidades de la población en un área de la medicina donde tanto sufrimiento se puede aliviar con una pequeña inversión de recursos.
La solución para los problemas importantes suele estar vinculada a la formación. Por esta razón es especialmente lacerante la negligencia que han mostrado los gobiernos pasados y actuales, así como la mayoría de las universidades, a la hora de cumplir con su obligación para promover y articular la formación de los profesionales en cuidados paliativos, pieza clave para la provisión de este servicio a la población española.
Nuestro lamento público tiene también su origen en las excusas que se han venido esgrimiendo para justificar los reiterados incumplimientos de las autoridades sanitarias. Nos produce tristeza que se hayan priorizado otras actuaciones que, bajo nuestro criterio, tienen menor entidad que la atención al final de la vida, o que, en cualquier caso, eran compatibles con el desarrollo de la Estrategia de Cuidados Paliativos en España.
La historia que se está escribiendo de los cuidados paliativos en España hará sonrojar a los responsables políticos que han tenido la oportunidad de hacer contribuciones trascendentales y que, lamentablemente, han optado por la omisión.
La sociedad se debe comprometer de manera más decidida con los cuidados paliativos, exigiendo a los responsables de la política sanitaria menos discursos y más realidades en el ámbito de la formación, la asistencia y la investigación aplicada al alivio del sufrimiento de quienes están en el final de la vida. Con este objetivo solicitamos el apoyo de los medios de comunicación para que, junto con las organizaciones sociales y profesionales, se establezcan sinergias para exigir las medidas necesarias que permitan alcanzar este fin, denunciando con claridad los incumplimientos.
La calidad moral de una sociedad y sus dirigentes se demuestra en la atención que presta a quienes, por su fragilidad, ni siquiera tienen fuerzas para reclamar la ayuda que necesitan, lo cual es especialmente significativo y grave en los pacientes al final de su vida.