Mañana se conmemora el Día Mundial de la Hepatitis, una patología que se caracteriza por una inflamación del hígado como consecuencia de la infección del órgano por un grupo heterogéneo de virus identificados con una letra (virus de hepatitis A, B, C, delta, E). Lo que diferencia a unos virus de otros, además de su estructura genética o su mecanismo de transmisión, es su capacidad para permanecer como infección crónica en el organismo, produciendo lo que se conoce como hepatitis crónica, hecho que ocurre en la infección por los virus de la hepatitis B, C y delta. Afortunadamente, la incorporación en los dos últimos años de fármacos virales de acción directa ha supuesto una gran mejora en el tratamiento de esta patología, con tasas de curación que alcanzan casi el 100% en algunos casos de hepatitis como la hepatitis crónica C, que afecta aproximadamente al 2% de la población española.
"En el caso de la hepatitis C la infección crónica ocurre alrededor del 70 % de los casos, mientras que en el caso de la hepatitis B depende de la edad en la que se adquiera la infección, siendo muy frecuente la evolución crónica cuando la infección se adquiere en la infancia y solo en un 5 -10 % de los casos cuando se adquiere durante el periodo adulto", explica el Dr. Juan Carlos Gavilán, Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Vithas Xanit Internacional. "El virus delta necesita coinfectarse junto al virus B o sobreinfectar a pacientes ya infectados por el virus B, evolucionando a la cronicidad en el 100 % en este último caso", añade.
Afortunadamente, según explican desde Vithas Xanit, es precisamente en el campo del tratamiento de la hepatitis crónica donde se ha producido la evolución más importante en los últimos años. "En los dos últimos años, con la aparición de los nuevos fármacos antivirales de acción directa, disponibles en el Hospital Vithas Xanit Internacional, ha habido una auténtica revolución en el tratamiento de la hepatitis crónica C, disponiéndose de combinación de fármacos con tasas de curación cercanas al 100 % para casi todos los genotipos y susceptibles de ser utilizados en prácticamente todos los estadios de enfermedad hepática. Estos fármacos consiguen la eliminación sostenida del virus y, con ello, un cambio en el pronóstico de la enfermedad, especialmente si se trata en fases no avanzadas", explica el Jefe del Servicio de Medicina Interna, quien añade que "también disponemos de fármacos eficaces en el tratamiento de la hepatitis B, que si bien no consiguen la eliminación del virus como en la hepatitis C, sí consiguen anular de forma eficaz su replicación, evitando con ello la inflamación del hígado y reduciendo el riesgo de aparición de cirrosis y sus complicaciones".
Uno de los principales problemas de las hepatitis crónicas es que suelen dar pocos síntomas, por lo que es difícil detectarlas y, en la mayoría de los casos, se descubre de forma casual, tal como nos explica el Dr. Gavilán. "Las formas crónicas de hepatitis, pese a ser habitualmente asintomáticas o provocando pocos síntomas como cansancio, son las que tienen la capacidad de producir un daño progresivo en el hígado que lleva a la fibrosis progresiva del órgano y a la distorsión de su arquitectura microscópica provocando, en un porcentaje de los casos que puede llegar al 30 %, el desarrollo de cirrosis y, con ello, al deterioro progresivo del funcionamiento hepático y a un aumento significativo de riesgo de aparición de cáncer de hígado. Para evitar llegar a esta situación es importante evitar la infección del órgano con los programas de vacunación (sólo disponibles para las hepatitis A y B) o el diagnóstico precoz y tratamiento de las hepatitis crónicas que evolucionan a la cronicidad, como la hepatitis B y C, especialmente cuando este tratamiento se realiza antes de que el virus ocasione un daño significativo del órgano".